Todo Valparaíso debiera llamarse Esperanza ¿El ganador ciudadano?
Mi última columna para El Mercurio se llamaba "Entre la Matriz y la esperanza" y terminaba diciendo que Valparaíso daría una lección al país, también una sorpresa y que exudaba esperanza, por cuanto Valparaíso es una ciudad especial, que siempre marca de una u otra manera y de una forma propia las agendas culturales, sociales y tantas otras. Creo que hoy todo Valparaíso debiera llamarse Esperanza.
Últimamente, he estado escuchando, viendo y leyendo mucho los medios y en la mayoría de éstos (salvo en "El Mercurio de Valparaíso", lo reconozco) se hablaba de Leopoldo Méndez y Jorge Castro, y muy poco de Jorge Sharp. Aquí se han caído todos los grandes opinólogos, los "cientistas políticos", incluido el diputado Pepe Auth que prácticamente ninguneó a Sharp. Entonces, lo de ayer no es sólo un triunfo sobre la politocracia chilena, sino que también es un golpe muy fuerte a la credibilidad de los medios de comunicación que, me parece, fallaron un montón al no darse cuenta de este fenómeno en ciernes.
A mí me sorprendió. Pensé que con Sharp se iba a dar la pelea, pero jamás que iba a ser un triunfo tan resonante, tan rápido y tan claro. Se cumplió lo que pensaba: es el hecho político más importante de la jornada en todo el país.
Es decir, se hablará del triunfo de Chile Vamos, de la derrota de la Nueva Mayoría, pero para mí todo eso es irrelevante, independiente de que, por supuesto, sea un traspié para el Gobierno. Y es irrelevante porque aquí, creo, el terror más grande de la clase política es que se abra la posibilidad de un modelo replicable, no digo de la Izquierda Autónoma, sino de un movimiento ciudadano transversal, capaz de constituir una alternativa política en muy poco tiempo, con eficacia, mística y con un resultado rotundo. Por ello, insisto, es el hecho político más importante de la jornada electoral de estas municipales.
El triunfo de Jorge Sharp se debe al hastío y la desesperación al ver cómo la ciudad cae en el abismo. Es una ciudad que en el fondo ha sido un botín político durante décadas, repartida entre dos coaliciones. Eso lo saben todos los presidentes de todos los partidos tradicionales, pero han hecho la vista gorda. Y Valparaíso, en términos políticos de los partidos tradicionales, es un Chicago chico.
En este sentido, es un triunfo contra la mafia política, digámoslo con todas sus letras. Es una reacción instintiva de mucha gente y muchos jóvenes que sienten que tanto deterioro no puede seguir expandiéndose.
Los dos candidatos que teníamos al frente eran candidatos verdaderamente de la peor calidad política. Castro ya no tenía nada que ofrecer: su gestión ha sido un desastre y la municipalidad es una bolsa de trabajo de los partidos. La plata que debiera llegar a la gente termina coartada por funcionarios intermedios que no son más que una nueva camada de operadores políticos.
En cuanto a Méndez, cuando escribí mi columna en El Mercurio, fui atacado transversalmente. Aquí, en la región, me dieron duro, y me respondió el propio DJ por las redes sociales. Me llamó la atención esa reacción tan fuerte. En esa criticada columna, en el fondo, desnudé el hecho que este candidato de la farándula no era un candidato popular, como lo querían disfrazar.
También dijeron que Sharp era el candidato de los intelectuales, despreciando el mundo intelectual, tan importante en Valparaíso. Pero Méndez no era un candidato popular, sino un candidato de la farándula: el resultado lo demuestra. Un candidato de la farándula instalado por la dirigencia política local.
Esto es un fracaso tremendo para el senador Ricardo Lagos Weber y él tiene que dar una explicación, dar la cara y reconocer que por querer obtener un triunfo fácil, o facilista, a través de un populismo irresponsable, obtuvo una derrota estrepitosa. Porque en el fondo, Dj Méndez es un títere, siempre lo fue. Es un personaje que no tiene ningún peso político, y que nunca lo tuvo. Creo que es el fracaso más grande de la élite política de Valparaíso, la misma élite que ha manejado el Puerto y hoy lo tiene al borde del abismo.
Estoy súper contento. Estamos contentos, junto a mi señora y mis hijos. Esta ciudad la hemos amado siempre y la verdad es que es un sitio lleno de gente maravillosa. Me refiero a los de acá, de los cerros y del plan, a toda esa gente decente que vive en las poblaciones, pero que están con la basura hasta el cuello y con una municipalidad que se ha transformado en un botín político. Yo esto lo he vivido. Conozco Valparaíso, me he metido en él a través de mi trabajo y he visto cómo todo se reparte y se reparte de la manera más mafiosa.
Pero el pueblo de Valparaíso es un pueblo decente, un pueblo amable, un pueblo que quiere una mejor vida, que quiere una mejor ciudad, que ama su Puerto y ha dado una lección extraordinaria al país. Porque realmente este triunfo fue extraordinario
Era éste un plebiscito entre la decencia y la indecencia, ¿podemos de una vez por todas decirlo así, con todas sus letras?
Por lo mismo, es éste el triunfo de la decencia del pueblo de Valparaíso, y yo estoy feliz, muy feliz.
Salvo por los adherentes más acérrimos, no muchos se imaginaron que Jorge Sharp, un joven magallánico, adoptado desde su época universitaria por Valparaíso, se convertiría -a partir de anoche- en el alcalde electo del Puerto. Las apuestas apuntaban a la mantención del UDI Jorge Castro, para los más conservadores, y a la victoria de Leopoldo "DJ" Méndez, quien contaba con todo el respaldo de la Nueva Mayoría y -según muchos- con gran parte de los votos de aquella entelequia que algunos llaman románticamente "el corazón de los cerros", pero que nadie tiene muy claro a quién pertenece.
Incluso quienes pensaron que podía producirse este escenario, probablemente no vislumbraron el amplio margen que lo separaría de sus contrincantes y que se constituye, en buena medida, en un duro castigo ciudadano a la gestión de Jorge Castro. Numéricamente hablando, entre Sharp y Méndez al menos triplicaron la votación obtenida por el jefe comunal.
Lo que ganó en Valparaíso fue esta política "ciudadana", enarbolada por casi todos los movimientos ajenos a los dos bloques tradicionales y generada a partir de un discurso en extremo crítico de la política tradicional. El porteño apostó a la esperanza, al candidato apartidista, algo así como un Lavín 1999 versión 3.0, de izquierda, que se muestra alejado de los partidos, pese a que su base de respaldo está en la Izquierda Autónoma, Gabriel Boric y el Partido Humanista. Porque Sharp no llegó de Marte. No viene de una dimensión paralela en la cual los partidos políticos no existen. Su movimiento es eminentemente político.
El joven abogado logró seducir a una ciudadanía apática, indignada con la clase política y con pocas ganas de levantarse a votar. Pudo hacer el "click", apelando al componente anímico tan desaparecido en las últimas elecciones, que no sólo los convenciera con propuestas, sino que fuera capaz de enamorarlos, a partir de la figura del "antipoder", aunque él también sea parte de esa élite.
Este resultado abrumador, este experimento ciudadano-social que comenzó con primarias abiertas y participativas, terminó con el único candidato no tradicional -considerando que Méndez iba de la mano de la Nueva Mayoría- instalado en el sillón alcaldicio. Pero, por otro lado, generó más preguntas que respuestas. ¿Puede ser el Puerto el centro desde donde se geste la "nueva política"? ¿Es esto una muestra de lo que podría pasar a nivel país en las presidenciales del próximo año? ¿Puede ser que el votante -este espécimen en extinción- decida darles la espalda a los candidatos de los dos grandes conglomerados? ¿Es esta una muestra de que, por ejemplo, el senador Alejandro Guillier no está tan perdido frente a dos "grandes" de la política como Ricardo Lagos Escobar y Sebastián Piñera? Ahora sí, siguiendo la línea de lo sucedido en Valparaíso, todo está por verse.
El resto de las preguntas tiene que ver con la gobernabilidad que tendrá Sharp. Porque deberá instalarse con un concejo municipal que no será fácil y en el cual una importante cantidad de concejales será de la Nueva Mayoría y de Chile Vamos. Y aquí el peligro está en que termine sólo, aislado y viviendo un fenómeno similar al que le sucedió a Josefa Errázuriz en Providencia.
Porque una cosa es ganar la elección y otra es gobernar.
Mucho más cuando se trata de un municipio donde las malas prácticas se han asentado hace décadas, con una deuda que supera con creces las de otros, con pobreza, suciedad y quebradas en las cuales los asentamientos han vuelto a renacer, pese al peligro ya demostrado con el incendio de 2014. Y donde la esperanza puesta en Sharp es altísima. Ese será su primer desafío: moderar las expectativas, de manera de no salir trasquilado.
Y aquí surgen aún más preguntas: ¿Con quiénes gobernará Sharp? ¿Cómo se materializan ahora las propuestas? ¿Es suficiente la buena voluntad para acabar con la compleja situación de Valparaíso? ¿Estará ahora la Nueva Mayoría dispuesta a trabajar con Sharp en pos de mejorar la situación del Puerto?
¿Qué rol asumirá Méndez? ¿De colaboración o de oposición constante con miras a una nueva candidatura el año 2020? ¿Cuál será el papel de Castro antes de decidir su nuevo derrotero político?
Un último punto tiene que ver con el fantasma de la abstención. Lamentablemente, aquí las expectativas sí le apuntaron. Los ciudadanos siguen siendo reticentes a votar, pese a los llamados de multisectoriales, incluida la histórica reunión de todos los poderes del Estado la semana pasada, que no tuvo mayores efectos. Cómo motivar, seducir, enamorar a este ciudadano esquivo es la tarea con miras a las presidenciales y parlamentarias del próximo año. Porque un gobierno electo con un 30% de participación no será motivo de celebración y, hasta ahora, las expectativas no parecen auspiciosas.
Cristián Warnken Lihn
Poeta, profesor de Literatura y
director Editorial UV.
Analista política y directora de la Escuela de Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez
Karen Trajtemberg