Uno de los grandes temas hoy es la migración. En Chile incluso se ha llegado a debatir respecto de la necesidad de actualizar la normativa en la materia, pese a que la población extranjera es de 2,7%.
En Estados Unidos fue uno de los focos de los debates presidenciales y ha marcado la agenda del Presidente electo, Donald Trump, aunque se trata de un país que a lo largo de su historia ha tenido oleadas migratorias.
Una de éstas fue descrita por el profesor del Instituto de Historia de la UC, Fernando Purcell, quien publicó "¡Muchos extranjeros para mi gusto! Mexicanos, chilenos e irlandeses en la construcción de California, 1848-1880" (Fondo de Cultura Económica).
Especializado en temas sobre las relaciones entre EE.UU. y América Latina durante los siglos XIX y XX, buscando su tema de tesis para su Ph.D. en Historia en la U. de California, Davis, Purcell se hizo una pregunta: "¿cómo un país de inmigrantes, pese a su diversidad y sus continuas oleadas migratorias, siempre ha tenido cierta estabilidad social?".
En esa búsqueda dio con un documento de unos mexicanos hablando de la cercanía con chilenos a mediados del siglo XIX; proximidad que "se develaba por discriminación", dice.
Tres casos distintos
1848 no sólo marca el año en que EE.UU. conquistó el territorio de California tras la guerra con México, sino también el descubrimiento del metal que marcaría las siguientes tres décadas con "la fiebre del oro".
Eso atrajo a más mexicanos de los que nunca antes habían llegado a ese territorio, y también a chilenos. Obreros contratados por inversionistas, dejaron todo por la promesa del metal dorado.
En su libro, Purcell también observó un tercer grupo de inmigrantes: los irlandeses, que a diferencia de chilenos y mexicanos, se insertó en California como un grupo influyente, ligado a la política y al mainstream.
Purcell observó la historia de estas migraciones "a través de tres grupos, con distintos tipos de historias, y cómo se mueven; pero no sólo en función de los que les ocurre ahí, sino que en el tipo de conexiones que tienen con sus lugares de origen".
Así "en términos de nacionalización es interesante, porque chilenos y mexicanos son muy renuentes a nacionalizarse y profundamente discriminados, lo que los vincula más a su territorio", dice.
Por ejemplo, cuando en 1862 Francia invadió México, los inmigrantes mexicanos se organizaron para enviar recursos y voluntarios a su país de origen y crearon sus propias prensas en San Francisco. Eso, para Purcell, refleja cómo estos grupos mantenían un nexo vivo con su origen.
Caso aparte es el de los irlandeses, que llegan en gran cantidad, "pero se nacionalizan rápidamente, porque se consideran exiliados". "Lo que ellos hacen no es renunciar a su identidad irlandesa, sino a su condición de súbditos", describe el historiados quien agrega que "adquieren un peso político importante que les permite integrarse más rápido".
La comparación de esos tres grupos, que se insertaron de manera distinta, permitió al autor sacar algunas conclusiones. Como que al sentirse exiliados, irlandeses pudieron incorporarse mejor, mientras chilenos y mexicanos siempre mantuvieron el deseo de volver a sus países.
En esa misma línea, mientras los irlandeses no se mezclan con otras minorías, chilenos y mexicanos se unieron "y eso va limitando tus posibilidades de incorporarte en plenitud. Son mucho más discriminados", analiza.
Inmigración hoy
Y esas conclusiones también le permiten al académico una mirada del fenómeno de hoy.
-¿Cómo se explica que un país que vivió las migraciones desde su inicio sea una problemática tan vigente?
-Este libro es del siglo XIX, pero como dices, es un continuo en la historia de EE.UU. Desde sus orígenes, el tema de la raza y el racismo ha sido fundamental. Hay sociedades como la nuestra cuyas diferencias fundamentales son de clases. En el caso de Estados Unidos es raza el elemento esencial de los orígenes. Entonces cuando consideras ese tópico en la inmigración, está directamente relacionado con el racismo. Detrás del arribo de inmigrantes históricamente ha habido construcciones raciales de ese otro que llega y que no han sido estáticas, sino que han ido cambiando en el tiempo.
-¿Por qué hoy volvemos a hablar tanto de discriminación respecto a los latinos?
-Si bien es cierto históricamente puedes tener una cierta continuidad de latinos, lo que está experimentando EE.UU. es muy parecido a lo que experimentó a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. No es un solo grupo, es parte de un fenómeno global. Y lo que hace eso en términos masivos es una visibilización de elementos foráneos que muchos ven como un riesgo para la esencia de la nación. ¿Y cómo termina es historia a fines del siglo XIX y comienzos del XX? Con una reemergencia del Ku Klux Klan, y no como un partido anti negros, sino anti inmigrantes. No hay que olvidar lo que ocurrió con las Torres Gemelas y la presencia islámica, que es vista como parte de la misma ecuación: foráneos con una religión distinta que sienten que atentan contra los principios cristianos. Eso explica en gran parte a Trump, que en el fondo piensa lo que muchos americanos piensan.
-¿Puede ser esto el fin de la globalización?
-Para nada. Los efectos de la globalización pueden ir cambiando. La globalización es un proceso, pero la historia no es sólo de continuidad sino también de cambios. Con la caída del muro se supuso que íbamos a llegar a un mundo donde la globalización amparada en un liderazgo único iba a suponer crecientes grados de homogeneización. Gran parte de la sociedad hoy se ha quedado con esa idea, que globalización es sinónimo de homogeneización e inmediatez. Los efectos de la globalización han ido siendo diferentes en distintos territorios y producto de esa globalización, países han ido tomando decisiones diferentes que tienden a contrario a lo que se pensaba, fuerzas que aíslan identidades locales.
"Los efectos de la globalización han ido siendo diferentes en distintos territorios y países han ido tomando decisiones que tienden a aislar identidades locales"."