Larga y constante ha sido la lucha que ha dado el sacerdote Enrique Opaso desde su espacio como asesor eclesiástico del Refugio de Cristo de la Región de Valparaíso en pos del beneficio de los niños y en su denodada pero constructiva crítica al devenir del Servicio Nacional de Menores (Sename), últimamente tan cuestionado en nuestro país. Esto último, revisibilizado después del último informe anual del Instituto de Derechos Humanos (INDH) sobre los 18 Centros de Internación provisoria y de Régimen Cerrado (CIP) y de los 11 Centros de Reparación Especializada de Administración Directa (Cread), en los cuales denunció una compleja realidad de vulneración de derechos de los menores, dinámicas carcelarias y evidente sobrepoblación.
De acuerdo con Opaso, habitual asistente a discusiones parlamentarias sobre este tema, la abierta discriminación que sufren los hogares -entre estos, el Refugio de Cristo- es sintomática: por cada niño de hogar privado colaborador del Estado se entregan $380 mil pesos mensuales de subvención, en abierto choque con el $1 millón 800 mil que se destinan mensualmente por cada niño admitido en los 11 hogares dirigidos por el Sename. "No se nota calidad en la atención; nosotros, con una subvención de esos números, tendríamos psiquiátricos infantiles en todas las regiones", argumenta Opaso.
Más allá de la discusión sobre la eficiencia del Estado versus la de los privados en la administración de recursos, no parece insensata la propuesta del expárroco de Reñaca de revisar las subvenciones y adecuarlas a la realidad de los hogares y de sus niños, atendiendo a sus estados de salud físicos y mentales, algo que -por lo demás- está en el programa del Presidente electo y ha sido reforzado en los últimos días por su coordinador programático, Gonzalo Blumel, en torno a que la reforma al Sename será "una prioridad".
La magnífica obra del Refugio de Cristo -impulsada con cariño y fuerza por el empresario Eduardo Kovacs Amengual- cuenta actualmente con seis refugios en la Región de Valparaíso (La Cruz, dos en La Calera, Quilpué, Quillota y Limache), los cuales albergan a 250 niños y niñas. Pese a los baches del camino, se ha conseguido mantener la esperanza y devoción mostrada por los antecesores de Opaso, los padres René Pienovi, su principal impulsor, y Jorge Bosagna.
Es de esperar que la nueva administración se interiorice de la realidad que se vive en los hogares privados, específicamente en los de esta región, y que en un futuro próximo el Refugio de Cristo no tenga que recurrir a la caridad -como lo hace hasta hoy- para cautelar el presente y futuro de los niños que han sufrido con la pobreza, el maltrato y el abandono. Ellos se merecen algo más que eso.