Las incivilidades porteñas de cada día
Tal vez Valparaíso no sea el mejor común denominador para establecer una vara para los daños y percances que dejan las distintas manifestaciones que se producen en la ciudad y especialmente para la jornada de la Cuenta Pública presidencial, mudada del 21 de mayo al 1 de junio tras el deleznable asesinato del guardia municipal, Eduardo Lara, quien murió en el incendio intencional del edificio de Avenida Pedro Montt en el año 2016.
Por lo mismo, una ciudad en la cual no es nada raro que las protestas o marchas terminen con muertos (Diego Guzmán y Exequiel Borvarán, asesinados a disparos por Giuseppe Briganti en la Plaza de la Victoria en una marcha estudiantil de mayo de 2015), heridos de gravedad (Rodrigo Avilés, agredido por un pitonazo de Carabineros, pocos días después) o batallas campales (hinchas de Wanderers versus los de Colo Colo a fines de ese año), el simple hecho de que ello no se produzca ya es motivo para que las autoridades hagan un balance positivo del actuar de Carabineros, los trazados y los planes de contingencia respectivos.
En ese contexto, pueden entenderse los clásicos titulares de "incidentes aislados" que marcaron la jornada del viernes, con la triste excepción de los rayados al histórico edificio patrimonial de El Mercurio de Valparaíso de calle Esmeralda, llevados a cabo por encapuchados con bombas de pintura que terminaron coloreando -de la peor manera posible- una suerte de Jackson Pollock tercermundista en la fachada del inmueble, sin que la fuerza pública previera un escenario completamente predecible tras las repetidas quejas de los propios comerciantes de esta céntrica arteria durante años.
Con todo, se trata de algo más que de una agresión de alcances materiales y ello bien puede ser visto bajo el prisma de las condenas cruzadas y transversales recibidas por los autores de este acto. Esta vez volvió a atentarse contra ese Valparaíso que tantos tratan de mantener limpio y cuyas banderas van desde el alcalde Jorge Sharp con su hoy famosa hidrolavadora, los empleados municipales que recogen día a día las mugres que otros botan, el Gobierno Regional de Valparaíso, los gremios y todos aquellos que de una u otra manera soñamos con una ciudad sin rayados, sin violencia y sin aquel eufemismo de "incivilidades" que representa todo lo que nadie quiere para el Puerto.
Tal vez sea la hora de levantar las ordenanzas municipales necesarias para castigar actos vandálicos como éste (que han afectado desde cada esquina de Valparaíso, pasando por el edificio de la Comandancia en Jefe de la Armada en el pasado y agresiones al ex Presidente Ricardo Lagos y al alcalde Sharp en el Edificio Cousiño del Duoc hace un años atrás) y que la Gobernación Provincial de, a la hora de autorizar marchas, evalúe los trazados por los cuales los ciudadanos ejerzan su legítimo derecho a levantar la voz sin pasar a llevar los de aquellos que pretenden un Valparaíso pacífico, amable y libre.