O'Higgins, Bachelet y la memoria
A propósito del sensible fallecimiento del ex diputado Andrés Aylwin, Michelle Bachelet señaló: "La memoria nunca debe olvidarse ni tergiversarse". Sin embargo, la realidad pareciera indicar lo contrario. Nuestra memoria está constantemente acomodando los acontecimientos pasados de acuerdo a diversos estímulos.
Los mismos historiadores, en los intentos de reconstruir e interpretar el pasado, hacen sesgos voluntarios e involuntarios, pasando al olvido ciertos hechos que no les parecen, en su momento, relevantes. Asimismo, los gobiernos impulsan políticas de recuerdo y de olvido. Para el primer caso, sirve como ejemplo, en medio de la polémica, el famoso Museo de la Memoria que perpetúa las violaciones cometidas a los derechos humanos en la Dictadura. Para el segundo, cito el cambio de nombre de calles, como sucedió con la Avenida 11 de septiembre, bautizada así durante el Gobierno Militar y, hace poco tiempo, rebautizada como Nueva Providencia.
El caso de Bernardo O´Higgins, a propósito de su reciente natalicio, resulta un caso interesante de analizar para profundizar en este tema. Uno tiende a imaginar que su presencia se ha mantenido invariable en el tiempo. No obstante, ha tenido una serie de ciclos. Los más recientes, su glorificación durante el Gobierno Militar y su posterior minimización durante la época de la Concertación. Hay que recordar que para el concurso "Grandes chilenos", realizado para el Bicentenario, su nombre ni siquiera clasificó para la fase final, en un país donde tampoco es que tengamos muchas figuras para escoger.
Retrocediendo en el tiempo, vale la pena considerar que Bernardo O'Higgins murió en el destierro, sin poder regresar a Chile. Desde que partió a Perú por voluntad propia en 1823, fue considerado un personaje molesto para la clase política del periodo. Siempre figuró como un candidato en potencia, que podía tomar sus cosas y venir a "revolver el gallinero" en un espacio donde ya había bastante movimiento.
La historiadora peruana Carmen Mc Evoy publicó hace algunos años un trabajo sobre este tema: "El regreso del héroe: Bernardo O'Higgins y su contribución en la construcción del imaginario nacional chileno, 1868-1869". Aquí se demuestra cómo, a fines de la década de 1860, "una de las tareas fundamentales del Estado chileno y de sus productores culturales fue forjar un símbolo unificador capaz de anclar al país en el tiempo y en el espacio, protegiéndolo así del desarraigo cultural y geográfico que lo contingente estaba provocando entre importantes sectores de la población".
En consecuencia con eso, agrega Mac Evoy, "el rescate de la tradición y de la memoria estuvo asociado a la construcción de un poderoso ícono capaz de proveer lazos aglutinadores, además de certidumbres, tanto a las elites como a los sectores subalternos. Es por lo anterior que no resulta una mera coincidencia la llegada de los restos del padre fundador de la república, Bernardo O'Higgins, a la capital de un país fragmentado y polarizado".
De un momento a otro, se logró borrar de la memoria colectiva que O'Higgins se había enfrentado a la Iglesia, al Congreso, a los pelucones y que decretó la muerte de los hermanos Carrera y de Manuel Rodríguez. En otras palabras, concluye la historiadora, "O'Higgins fue reinventado a través de la memoria selectiva de los encargados de rendirle homenaje".
Aunque nos guste imaginar que no es así, la memoria, como cree hacernos suponer la ex presidente, no es una bodega donde uno guarda cosas de manera inalterable y a las que puede recurrir cada vez que se necesite sacar a colación un recuerdo. La memoria es maleable según un sinfín de estímulos. Lo mismo sucede con la historia que, aunque muchas veces intentamos vestirla de ciencia, responde a presiones y diversas circunstancias. Y los gobiernos, dependiendo de las necesidades, hacen uso de ella en su propio beneficio.
Un desafío abierto. Avancemos juntos hacia él.
"Uno no puede pensar en grandes resultados académicos si las escuelas se están lloviendo"
Esta semana, en la Municipalidad de Valparaíso, el exsubsecretario de Educación y exministro de Cultura del Presidente Ricardo Lagos, José Weinstein, presentó su libro "Mejoramiento y liderazgo en las escuelas: Once miradas". "Es el segundo libro de una serie que se llama 'Liderazgo Educativo', y que lo que intenta es traer el debate internacional sobre el tema del liderazgo educativo en Chile", explicó el hoy director del Centro de Desarrollo y Liderazgo Educativo (Cedle) y académico de la Universidad Diego Portales.
- ¿De qué trata su libro y hacia quiénes está dirigido?
- El primer libro trató de los fundamentos y las visiones de liderazgo educativo, y este segundo es sobre el liderazgo y la mejora escolar, es decir, sobre cómo podemos hacer un liderazgo educativo que implique un avance desde el punto de vista de la calidad de la educación que se entrega en las escuelas. Nosotros vemos que estos dos términos son complementarios entre sí, porque para que pueda haber una mejora en la calidad tiene que haber una mejora en el liderazgo, particularmente en los directivos. El libro también menciona cómo ese liderazgo requiere que se formen redes entre las escuelas, y que cada una de ellas no sea una especie de isla que por separado intente mejorar su resultado, sino que lo hagan con alianza y en cooperación con las otras.
- ¿Cuáles son los riesgos y desafíos que existen en todo el proceso de instalación de la Nueva Educación Pública y la desmunicipalización? Es evidente que existen una serie de problemas anexos a la educación que se van a acarrear desde los municipios.
- La Nueva Educación Pública es una oportunidad para que efectivamente haya un salto desde el punto de vista de la calidad y equidad de la educación en Chile. Es claro que los sostenedores y municipios no lograron ser buenos administradores de la educación y no lograron impulsar una de calidad para sus escuelas en general, porque hay contadas excepciones. Por eso la Nueva Educación Pública es una oportunidad para hacer un camino diferente, y la ventaja es que están los Servicios Locales de Educación, que efectivamente están diseñados de una manera que trasciende los ciclos políticos. Pero además, están diseñados para estar desligados de los problemas de financiamiento de los municipios, y también van a permitir una participación de la comunidad a través de los Consejos Locales de Educación.
- ¿Pero cómo evitar que estos problemas, más bien financieros y administrativos, se sobrepongan al principal objetivo que es mejorar la calidad de la educación? No son comparativos, pero una de las críticas que surgió a la reforma en la educación superior es que justamente se terminó privilegiando la gratuidad por sobre la calidad...
- Es que son temas que tienen que ir articulado porque son parte de un mismo conjunto. Uno no puede pensar que va a lograr grandes resultados académicos si no está pagando los salarios de los docentes o si las escuelas se están lloviendo, por ejemplo. No hay que crear aquí una suerte de antinomia de resolver bien los problemas administrativos y financieros versus avanzar en materia de calidad. Es justamente lo contrario: hay que resolver bien los temas de gestión para crear condiciones para avanzar en calidad. Yo lo vería bajo esa perspectiva, sobre todo con el proceso que se va a dar en las escuelas, porque serán ellas el motor para una mejora y un avance en la calidad.
- En esos términos, ¿cómo evalúa todas las reformas educacionales impulsadas en el último tiempo?
- De todas las leyes a mí me parece que la más importante del Gobierno de Bachelet es, sin duda, la Nueva Carrera Docente. Esto va a permitir dignificar la función y que efectivamente tengamos un salto en calidad de largo plazo en la educación, porque sin resolver el desarrollo de ellos no es posible pensar en una educación de calidad.
- Usted fue el primer ministro cuando se decidió, en 2003, que el entonces Consejo de las Culturas y las Artes tuviese su sede en Valparaíso. Ese mismo año la ciudad fue declarada Patrimonio de la Humanidad y se dijo que iba a ser el centro artístico y cultural del país. ¿Cómo ve hoy el Puerto?
- No tengo una información directa, porque estoy más lejos, pero mi impresión es que siguen existiendo muchos desafíos pendientes en Valparaíso, y creo que las autoridades son conscientes de que hay mucho por avanzar, pero también de que cuesta avanzar en una línea de desarrollo educativo-cultura que es lo que más conozco. Es una ciudad que tiene que seguir siendo impulsada muy fuertemente antes que nada por sus propias autoridades y sus propios habitantes.
- ¿Cree que aún existe espacio para convertir a la ciudad en lo que se vislumbraba en esa época?
- Siempre están abiertas nuevas oportunidades, como la que ahora existe sobre cómo usar el borde costero, y que ojalá sea usado en la dimensión de la cultura. Los esfuerzos que se hicieron en el Gobierno del Presidente Ricardo Lagos tenían una línea marcada en esa dirección: tratar de hacer de Valparaíso un lugar especial en Chile en que se rescatara el patrimonio y se fomentara la cultura. Y con eso se hicieron muchas iniciativas, y espero que sean continuadas porque son de largo aliento. No basta lo que pueda hacer un Gobierno en específico respecto de estas materias.
- ¿Se cumplieron expectativas?
- Creo que hay avances, pero no son suficientes. Todavía queda muchísimo por avanzar. Se ha hecho un esfuerzo, pero todavía queda tanto porque no se trata solamente que estén las oficinas del Consejo de la Cultura ahí. Hay que hacer un esfuerzo y una diferencia respecto de lo que se debe hacer en materia de cultura y que realmente Valparaíso vaya tomando este impulso de ser uno de los puntos altos del país en materia cultural.
Gonzalo Serrano del Pozo
Facultad de Artes Liberales, UAI