Mil tambores
La suspensión del Carnaval de los Mil Tambores debe ser analizada con mucha atención por algunas razones que hacen de este hecho algo bastante particular.
En perspectiva histórica, hay que indicar que se trata de un evento que estaba próximo a cumplir veinte años y que retomaba la tradición del carnaval porteño, que había terminado en forma abrupta en 1973, luego del Golpe de Estado.
Aunque los carnavales poseen una tradición milenaria, para nuestro caso resulta interesante retroceder a los inicios de la República, cuando las autoridades se plantearon la tarea de "civilizar" a la ciudadanía. En este esquema, las fiestas populares, como los carnavales o las chinganas, figuraban como el principal obstáculo en esta tarea civilizadora.
A juicio de la élite, las fiestas eran la causa de excesos terribles por parte del pueblo, porque aquí era donde los trabajadores se gastaban el poco sueldo que tenían en mujeres y alcohol, abandonando sus obligaciones familiares y laborales.
Para el caso específico del Puerto, el historiador Fernando Silva Vargas, en un artículo sobre sociabilidad en Valparaíso durante el siglo XIX, señala que en sus inicios, los carnavales consistían en desfiles de flores y de trajes de fantasía, a los que se sumaban bailes infantiles.
Dentro de estas festividades, la más llamativa eran los bailes de máscaras organizados en el Teatro de la Victoria. La costumbre, agrega Vargas, era que estos se iniciaran a las nueve de la noche y concluyeran a las tres de la mañana. El problema de esta fiesta era que el uso de las máscaras favorecía a los bandidos, por lo que la autoridad determinó que sólo se podía ocupar la careta hasta las 24:00 horas, después de lo cual estaba prohibido utilizar máscaras fuera del teatro.
Mientras la élite se divertía en estos bailes, los sectores populares, en tanto, se entretenían lanzando chayas, huevos de cera rellenos de agua y también otros líquidos de dudosa procedencia. No obstante, según la revista La Semana, hacia 1875, la ciudad ya no tenía tiempo ni para preocuparse del Carnaval ni de la Cuaresma, "uno y otro pasan desapercibido entre nosotros", afirmaba el semanario.
En esta misma línea, El Mercurio de Valparaíso, unos años más tarde, lamentaba que se hubiera retomado la tradición de la chaya, "una costumbre tan mala y ajena a nuestros hábitos". Hacia 1888, la principal crítica del diario apuntaba a la pérdida de tiempo de manera impune:
"Las oficinas públicas se cierran, el comercio en su mayor parte se suspende, y millones de personas, millones de obreros que ganan su jornal día por día, se ven privados del trabajo que los sustenta, que les da el pan a sus hijos ¿Pensaron en esto los que hicieron el feriado el carnaval? Si no lo pensaron, bueno es que lo hagan ahora y vuelvan sobre sus pasos. El carnaval como feriado debe suprimirse".
La mirada económica del diario contrastaba con la observación curiosa de un extranjero frente a esta fiesta de carácter popular. En sus Memorias, el sirio Benedicto Chuaquí destacaba la disposición de la gente para divertirse y olvidarse de sus preocupaciones: "se permitían toda clase de bromas, y el que salía a la calle debía llevar también una buena cuota de humor para no molestarse por las incidencias que solían producirse durante el juego de chayas y serpentinas".
Volviendo a los Mil Tambores, resulta paradójico que, en esta ocasión, haya sido la mayoría de la población la que se haya opuesto al carnaval, quizás porque los organizadores nunca supieron incorporar a las personas como parte de esta fiesta. La gran mayoría de los habitantes de Valparaíso no se sentía parte, salvo por la externalidades negativas que producía. En definitiva, contrario a lo que había sucedido hasta ahora, la mayoría se opuso a una expresión cultural que la autoridad, en cambio, sí estaba dispuesta a tolerar, a pesar de los efectos negativos que podía provocar. Un panorama novedoso y muy diferente al de los siglos anteriores.
"Ellos jamás van a reconocer todo el daño que provoca a la ciudad el asunto de los Mil Tambores"
El año pasado la Corporación Comercio Unido de Valparaíso se sumó a las juntas de vecinos de la denominada "zona roja" de Valparaíso e interpuso un recurso de protección que buscaba evitar que se realizara el carnaval Mil Tambores, argumentando daños y molestias en locales y residencias, por lo que la noticia de que este año se suspendió no la lamentaron.
No obstante, el presidente de esa corporación -que agrupa a más de 300 locatarios de Valparaíso- Héctor Arancibia, enfatizó que "queremos dejar bien en claro que los pasacalles y las comparsas son otra cosa. Nosotros siempre, y toda la comunidad, las juntas de vecinos con las cuales nos hemos involucrado para atacar este problema, nos oponemos a lo que viene de la mano con esta actividad cultural, porque eso no tiene nada de cultural. El hacer ferias en distintos puntos de la ciudad, todo a beneficio de los organizadores, está claro hacia dónde apunta, ya que si se encuentran sin estos medios, lo suspenden porque claramente estaba la parte financiera de por medio que era lo que realmente les importaba, más allá de lo cultural".
- ¿Qué le parecen las responsabilidades que la Corporación Mil Tambores le endosa a diversos actores de la ciudad?
-Era de esperar que entregaran un comunicado de esa manera, de esa magnitud, en el cual ellos pasan a ser los inocentes, las blancas palomas, porque ellos jamás van a reconocer todo el daño que provoca a la ciudad el asunto de los Mil Tambores. Siempre ha sido lo mismo, nunca se hacen responsables de todo lo que genera el carnaval, los rayados, locales a los que les tiran ácido a las vitrinas, los robos, el orinar, defecar, todo lo que sucede, no son responsables; la basura se la endosan al municipio, pasa algo en las calles, la culpa es de la Gobernación. O sea, ellos nunca tienen culpa de nada, siendo que son ellos los que convocan a esta actividad.
- ¿Qué cree que ocurrió para gatillar la suspensión del Mil Tambores 2018?
- Desde que empezó a hacerse público el carnaval 2018, las autoridades fueron entendiendo lo que realmente pasa acá, y los concejales, en su gran mayoría, se dieron cuenta de esto. Como buenos políticos, el año pasado lo estuvieron apoyando; algunos hasta felicitaron por la organización, pero este año dijeron no, y qué bueno que haya sido así, porque de ahí partió el No a este carnaval, y luego el Ministerio de Cultura les negó los 40 millones que les habían dado el año pasado. Los organizadores lo tenían como un aporte directo asegurado, pero obviamente, como hay tantas otras instituciones de cultura y todos tienen que postular, yo creo que esa fue la respuesta que les dieron.
- Ustedes el año pasado se sumaron al recurso de protección que buscaba impedir este carnaval. ¿Cuál es su posición frente a otros carnavales y manifestaciones?
- Lo que nos gustaría es que esto se realizara, que estuvieran los pasacalles, y de hecho los barriales sí los van a hacer y nos parece muy bien que se hagan. Con todo eso nosotros no estamos en desacuerdo, sino que con la Corporación Mil Tambores que ven enesto un negocio: instalar ferias en la plaza Victoria, en la plaza Cívica, en el Parque Cultural, en la plaza Sotomayor. Además veías a la gente en las calles todos los días, en todas las esquinas macheteando para el alcohol y la droga de la noche. Y esto no era sólo el viernes, sábado y domingo, sino que se instalaban la semana completa antes del carnaval, y después los campamentos repartidos por la ciudad. Ese tipo de actividades eran muy negativas, son externalidades negativas para la ciudad, pero con otros carnavales o marchas con comparsas nunca hemos tenido problemas: De hecho, hace un par de meses atrás hicieron un carnaval, pasaron por la calle Condell y fue todo lindo, todo espectacular, pasaron las familias, los niños bailando con las batucadas y no hubo ni un desorden, nada. El problema es lo otro, y eso es lo que hay que cambiar, inclusive el nombre hay que cambiarlo, porque eso ya llama a que vengan a Valparaíso a hacer lo que quieran.
- El alcalde y los vecinos acordaron una mesa de trabajo para empezar a trabajar en un carnaval 2019 que sea de una manera distinta al actual, donde los organizadores principales sean las propias comparsas. ¿Ustedes como comercio están dispuestos a sumarse a esa mesa?
- Claro que sí, si todo lo que es cultural es bonito, que vengan, bien, que se haga, bien, pero con orden, con respeto por la ciudad, con respeto para el ciudadano. Eso nada más es lo que pedimos, no estamos exigiendo que no se hagan más estas cosas, porque es bonito ver a los jóvenes que se reúnan una, dos veces a la semana, a ensayar sus bailes, en vez de estar haciendo otras cosas. Tenemos que apoyarlos, así que si lo requieren, ahí estaremos para apoyar de la manera en que lo soliciten.
"Lo que nos gustaría es que esto se realizara, que estuvieran los pasacalles, de hecho los barriales sí los van a hacer y nos parece muy bien que se hagan; con todo eso nosotros no estamos en desacuerdo, sino que con la Corporación Mil Tambores"."
Doctor en Historia
Facultad de Artes Liberales, UAI
Gonzalo Serrano del Pozo