Reforma curricular: responsabilidad compartida
Acá lo que está en juego es la formación de las nuevas generaciones, y a través de ellas, de un proyecto país, que no es patrimonio de un sector, sino de todas y todos. Patricio Sanhueza, Rector Universidad de Playa Ancha
Dada la magnitud de las decisiones curriculares que se están adoptando con relación al futuro de las y los estudiantes de tercer y cuarto año medio, quienes -de acuerdo a lo informado- no tendrían a partir del próximo año, con carácter obligatorio, las asignaturas de Historia y Geografía y Educación Física, resulta fundamental que antes de resolver esta delicada materia se conozca la opinión fundada de las universidades y otros actores clave. Esta modificación curricular, adoptada por el Consejo Nacional de Educación (CNED), se ha tomado la agenda y discusión pública durante las últimas semanas por su envergadura y consecuencias y, por lo mismo, requiere un debate amplio y profundo, implicando a todos los actores involucrados, especialmente por los verdaderos alcances que este cambio puede producir en las futuras generaciones de jóvenes.
Es al menos complejo que, habiendo sido aprobadas por el CNED las bases curriculares para este cambio en febrero, hasta el momento no se conozca el contenido de dicho documento. Acceder a los detalles y especificaciones de dichas bases no solamente permitiría hacer un análisis informado y serio sobre un tema de alto impacto para la educación, sino que además encaminar así una discusión que nos lleve a adoptar decisiones maduradas, legitimadas y validadas por la sociedad.
En mi calidad de rector y titular de la Agrupación de Universidades Regionales de Chile (AUR), que reúne a 22 casas de estudios superiores, realizo un llamado a formular políticas públicas de cara al país, claras y con la mayor transparencia. Con este cambio no se trata de ganar un punto político o sacar algún tipo de dividendo diferente a los altos propósitos que debe tener la educación. Acá lo que está en juego es la formación de las nuevas generaciones, y a través de ellas, de un proyecto país, que no es patrimonio de un sector, sino de todas y todos. Probablemente sea necesario revisar los contenidos de las asignaturas en general, porque precisamente es necesario incorporar algunas materias inexplicablemente postergadas, como la formación ciudadana. Pero esto no significa dejar como opcional estas asignaturas, al contrario de lo que ocurre en los modelos comparados.
Estos cambios trascendentales de los cuales hablamos y por los que, incluso, se han movilizado masivamente estudiantes y profesores, requieren maduración, socialización y legitimación, y eso se consigue con una activa participación de los actores. También se necesita más coordinación entre las instituciones con competencia en estas materias. Relevo que es positiva la igualación curricular de la educación media humanista-científica respecto a la técnica de nivel medio, porque produce mayor equidad. Pero, no deberíamos pensar en llevar a cabo estas modificaciones sin pedir colaboración a instituciones que tienen como misión formar a las y los profesores de nuestro país.
Por todo lo anteriormente expuesto, considero necesario detener esta reforma, con el propósito de darnos el tiempo para hacer una reflexión integral y participativa, que dé cabida a las distintas visiones, como lo exige la democracia, para que la decisión que se adopte sea validada y enriquecida por los distintos actores de nuestro país. Esta reforma curricular debe ser una responsabilidad compartida.