La innovación y el emprendimiento siempre fueron características fundamentales del desarrollo de la región. Cuna y centro de grandes creadores, Valparaíso fue pionera en un sinfín de ámbitos, por ejemplo, la llegada del primer barco a vapor a nuestras costas en 1822, la creación de la primera Cámara de Comercio de Chile en 1858, la primera Bolsa de Comercio en 1892, sólo por nombrar algunas. Por eso tenemos un gran desafío a nivel nacional: ponernos nuevamente a la cabeza del desarrollo científico, gracias a nuestro capital humano, científico y empresarial y a la puesta en marcha del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación del Gobierno de nuestro Presidente Sebastián Piñera.
Actualmente, Chile ha perdido dinamismo y competitividad en estas materias. Según un estudio del Ministerio de Economía, se invierte apenas el 0,36% del PIB en "I+D+I", uno de los porcentajes más bajos dentro de los países de la OCDE. Para mantener una economía robusta y en constante progreso, es fundamental avanzar en investigación científica y la generación de conocimiento. No podemos concebir un crecimiento sostenible sin el desarrollo en nuevas tecnologías.
La creación de este nuevo Ministerio y la futura construcción del Edificio de las Ciencias de la Universidad de Valparaíso, en el corazón del Barrio Puerto, entrega nuevos aires y una oportunidad para impulsar un trabajo mancomunado entre distintos actores regionales, del ámbito público y privado, transformando el conocimiento y la creatividad en los motores del desarrollo de la región.
La invitación es clara: debemos potenciar la investigación científica desde Valparaíso al mundo, permitiendo tener mejores herramientas para trabajar de manera efectiva en los temas que repercuten en el pulso económico regional, nacional, y por qué no, internacional. Uno de ellos, sin duda, es la sequía, la principal amenaza para la actividad agroindustrial, sector que ha visto cómo el clima ha cambiado durante los últimos años por efecto del calentamiento global, en la cual nuestra región es la más afectada. El único camino para poder enfrentar este desafío es la infiltración de acuíferos, la reutilización de aguas residuales, la desalinización y una estrategia coordinada de construcción de embalses y tecnologías de eficiencia hídrica, todas propuestas que deben nacer en esta nueva era de la investigación científica y el conocimiento.
Este viaje ya lo hicieron países como Israel y Australia, quienes lograron convertir sus propios desafíos en fuentes de desarrollo y conocimiento. Nuestra región debe poner a disposición todos sus recursos humanos y académicos, no sólo para crear soluciones a los problemas que actualmente nos aquejan, sino, además, para transformarse en un semillero de innovación, cuyos frutos generen un impacto, incluso más allá de nuestras fronteras.