Cuotas aseguradas
Alejandro Guzmán Brito
Con independencia del nominalismo filosófico, existe un nominalismo práctico merced al cual se entiende mejorar el estatuto ético de una idea con solo cambiarle o atribuirle un nombre. Así, por ejemplo, la unión homosexual, que no puede constituir en modo alguno un matrimonio, es llamada 'matrimonio igualitario', para aprovechar la carga positiva con que varios captan todo cuanto porte la palabra 'igualdad' o sus derivados y transferirla a la idea que se trata de impulsar. A menudo es la palabra 'derecho', en el sentido de las facultades o poderes del individuo, la recurrida para prestigiar aspiraciones, intereses o ideologías, como cuando se habla de 'derechos sexuales de la mujer' para mentar al crimen de aborto.
En este oportunidad me referiré a la llamada 'discriminación positiva', puesta en actualidad por el proyecto del gobierno de reservar un 40% de los cupos parlamentarios a candidatas mujeres.
Tal idea nació en la India, como recurso para combatir la división social de ese país en castas en las que las personas nacen y que no pueden abandonar, por manera que los pertenecientes a la de los impuros jamás podrían acceder de hecho a los cargos parlamentarios. Pretender imponer una medida semejante en Chile es ignorar que ahí no hay un sistema social semejante al de las infranqueables castas indias. Desde fines del primer medio siglo XX, las mujeres han adquirido paulatinamente y sin revolución una situación política igual a la de los hombres, al punto de que hoy son mujeres la presidente de la República y la del Senado, sin contar la cantidad de ministros, diputados y senadores mujeres que hay y ha habido.
Éstas, si no igualan casi igualan a los hombres en las profesiones y en el empleo público y privado, y, en resumen, las mujeres están presentes de manera importante en una gran mayoría de las actividades nacionales. Es cierto que no sucede así en todas; por ejemplo, la cantidad de mujeres directores de orquesta o de practicantes del futbol es nula; y fuere interesante determinar las causas; que no parecen radicar en un boicot o alguna suerte de conspiración masculina. Sea como fuere, es seguro que en no muchos años más las mujeres estarán aún más plenamente integradas en las actividades sociales con paridad a los hombres.
¿A qué entonces venir a forzar una natural evolución con medidas discriminatorias, inconstitucionales y abusivas como la de reservar cupos parlamentarios a las mujeres? Si esta medida es justa, ¿por qué no ha de serlo igualmente la de reservarlos a las etnias diaguita, picunche, huilliche, mapuche, pascuense y otras? ¿O a los extranjeros en las elecciones municipales? ¿O a los discapacitados según el tipo de discapacidad? ¿O a los analfabetos? ¿Y así en una lista que se puede extender muchas veces? De esta manera, el dogma de la igualdad humana quedará destrozado y la sociedad tenderá a parecerse, pero empeorada, a una de carácter estamental.