Fernando Villegas se lanza a recordar la época dorada del cine en su nuevo libro
Lanzamiento. El escritor publicó "Matinée, vermouth y noche...", obra literaria donde se describe a sí mismo como espectador. Reconoce, en todo caso, que ya casi ni pisa las salas y prefiere YouTube.
En su último libro "Matinée, vermouth y noche…", el panelista de Tolerancia Cero Fernando Villegas se adentra en "cómo fue ver cine durante el periodo clásico y más próspero de la exhibición de películas en Chile, el cual ubico entre los años cincuenta y ochenta", como recalca en las primeras páginas de este libro de 238 páginas, publicado bajo Editorial Sudamericana.
Dividido en tres partes, las mismas a las que alude el título, la primera tiene al niño Villegas alucinado los domingos en la mañana en la función matinal. Como muchos de su generación, el rito era puntual una vez por semana, en un Santiago que ostentaba cifras asombrosas: 101 cines para una población de un millón 200 mil personas.
La segunda parte lo tiene ya adolescente asomándose a la función de la tarde cercana a la noche, la evocadora vermouth donde despuntan otros asombros. Culmina este recorrido con la función de noche a la que sólo accedían los mayores de 21 años, que para el autor coincide con los convulsos setentas que se ven cercenados abruptamente con el toque de queda.
Hoy Villegas reconoce que rara vez pisa un cine. Al momento de esta entrevista veía con sus nietas algo por YouTube. Y aunque reconoce que nunca ha ido al cine con ellas, con la de cinco años tienen una especie de ritual, y es que a veces ven juntos una de sus películas favoritas de todos los tiempos, "Jasón y los argonautas" de 1963, y se quedan pegados en esa parte "donde aparece Poseidón y salva a los marinos que van en su barquito. Ahí yo hago que me abrace porque le digo que me da miedo y ella me dice que Poseidón es bueno y que ella me salvará", concluye como todo un abuelo chocho.
Explica que va poco al cine porque reconoce que no tiene mucha paciencia para aguantar a los que comen cabritas y hablan por celular. "Es una lata hoy en día, no hay la educación que existía antes. Cuando yo era cabro chico la gente estaba en total silencio. Si alguien levantaba la voz lo sacaban a balazos poco menos, ahora es puro ruido de gente masticando, hablando y riendo a gritos. Es desagradable".
Ni se acuerda cuándo fue la última vez que soportó ir al cine para ver en formato grande una película. "Creo que me mamo una vez al año ir al cine para ver algo en la pantalla ancha. Habrá sido alguna película de acción, porque ya no estoy para películas de tesis".
- Claro, los niños de mi época no teníamos otra cosa, no íbamos a ir a ver películas francesas. Veíamos películas de vaqueros, de monstruos, de platillos voladores.
- Claro, corría la sangre a borbotones. Vivíamos por el Parque Bustamente y nos quedaba cerca el cine que la daba, era uno que estaba casi en Plaza Italia, no el Baquedano, creo que era el Normandie en esa época. Quedamos muy impresionados porque fue la primera película con ese tipo de violencia que se convierte en coreografía, en cámara lenta, con las heridas saltando los chorros de sangre, cosa que no ocurre en la realidad por lo demás. Esa violencia después se convirtió en un commodity y se ve en miles de películas el mismo efecto.
- Creo que una generación completa en el planeta armamos nuestros fundamentos morales viendo ese cine donde quedaba descrita claramente la dimensión de la bondad y la maldad, lo correcto y lo incorrecto, todo esto puede parecer una tontería pero no es tan así. Uno cuando ya está más viejo y le ha dado más vuelta a todas las cosas, y también ha pasado por su etapa relativista, se da cuenta que al final lo correcto es lo que es y lo demás es un terreno resbaladizo donde terminas poniendo como referente o héroe a los malos, los narcotraficantes, a los que les va bien matando gente, convirtiendo en héroes a unos monstruos. En cierto sentido creo que teníamos una concepción más simple y realista de lo que es bueno y lo que es malo, no andábamos con tanto miriñaques y explicaciones de que el malo no es tan malo y el bueno no es tan bueno. Veíamos el mundo en blanco y negro, el bueno era bueno, el malo era malo y era castigado y existía justicia en este mundo y la justicia era impartida por las instituciones, no había esta desconfianza en las instituciones, uno aplaudía cuando llegaban las instituciones en la forma de la caballería y el sheriff, el mundo oficial era bueno. El mundo malo era de los monstruos, de los indios, de los japoneses, los extraterrestres, los picantes en general. No era al revés como ahora donde uno tiene una mirada de sospecha sobre todo lo que parezca oficialista.
- Para escribir el libro tuve que hacer una investigación sistemática. Tengo muy buena memoria y me acuerdo de hartas cosas, pero no de todos los detalles, así que con un par de escenas como pista iba a YouTube y allí no te cuesta nada encontrar películas viejas enteras. Vi muchas y me divertí mucho escribiendo este libro porque por obligación tenía que ir a hacer esa investigación y eso me llevó a rehacer mi infancia. Cuando veía una de esas películas no sólo estaba viendo la película en sí, sino que también me veía a mí mismo viendo la película hace cuarenta años atrás. Era una experiencia doble, una cosa muy curiosa, un poco entre nostálgica y divertida.