Baja penalidad llama al vandalismo
Los rayados a vagones destinados al servicio ferroviario Santiago-Rancagua recién llegados al país y el nuevo ataque a Reloj de Flores de Viña del Mar son reiteradas expresiones de vandalismo, de ataque a espacios y bienes públicos.
Estos ataques suponen daño económico y son expresión, además, de desconocimiento de ese valor que es el respeto, respeto a las personas, a los bienes y a la ciudad misma que es el espacio de todos.
Sería conveniente también explorar en los autores de estos hechos, cuando se logra identificarlos, posibles desequilibrios mentales que deben ser tratados, sin que ello signifique un eximente en el castigo.
Por otra parte, es una realidad que estas acciones vandálicas no son un "deporte de alto riesgo", pues si hay sanciones éstas son leves y los autores siempre contarán con la generosa comprensión de los tribunales.
Es así como en el caso de la única implicada detenida por el ataque a los nuevos carros ferroviarios, una estudiante mayor de edad, hubo, justamente, generosa comprensión, pues la mujer quedó en libertad obligada solo a una firma mensual. Ello pese a que la Empresa de Ferrocarriles del Estado, propietaria de los coches, avaluó preliminarmente los daños en 18 millones de pesos.
A la vez, en este mismo caso hay una evidente premeditación, pues los rayados corresponden seguramente a un croquis. También los autores debieron llevar materiales y, para perpetuar la acción, mientras se hacía el daño se tomaban fotografías.
Junto a lo anterior inquieta, como lo plantea el gobernador de Valparaíso, Omar Jara, la inseguridad en los recintos portuarios, donde es posible ingresar con facilidad y perpetrar este tipo de acciones. Bien se podría, entonces, robar repuestos de los cientos de vehículos nuevos que allí se almacenan o, lo que es peor, poner artefactos explosivos.
Esta inseguridad atenta contra el comercio exterior y, más allá de daños puntuales, se refleja en valores de diversos servicios asociados a la carga.
En el nuevo caso del Reloj de Flores es necesario insistir en la prevención, es decir, buena vigilancia, y en la sanción acorde al daño que se causa a la ciudad. Hay que reiterar, una vez más, que el problema está en la formación, en la educación en valores que se supuestamente entrega la escuela e, idealmente, la familia.