Todos los problemas
Bernardo Donoso Riveros
Observando las primeras hojas de un viejo libro de teoría de la comunicación, que alguna vez usé como estudiante de posgrado, me refrescó algunos de los supuestos que las personas sostenemos cuando hablamos de comunicación. Tal vez por lo antiguos, los sabios de hoy puedan considerarlos pasados de moda; sin embargo, tienen sentido, al menos para reflexionar, particularmente cuando afirmamos que todos los problemas se asocian a la comunicación. Sus autores anotan varios supuestos populares que presentaré brevemente.
'Todos los problemas del mundo no son problemas de comunicación'. Cuántas veces nos encontramos o escuchamos como diagnóstico que lo que sucede en todo los casos de diferencias interpretativas es una falla de comunicación. Sin embargo, podría no ser así. Simplemente, las personas 'diferimos en actitudes, creencias y valores, lo que lleva a conductas diferentes'. Esos patrones de conducta causan problemas en las relaciones humanas. Según los autores, el no convencer o no convertir al otro no constituye una falla de comunicación. Una persona puede entender la posición del otro y rechazar la validez de lo que sostiene.
'Todos los problemas del mundo no pueden resolverse con más y mejor comunicación', cuyo opuesto escuchamos con frecuencia como la fórmula debida. 'Las personas suponen a menudo que el desacuerdo del otro o su falta de deseo de actuar como se espera que lo hagan, es porque simplemente no entienden'. Y como no entienden hay que darle más y mejor comunicación. Probablemente esto no resuelve el problema. Una tercera cuestión está asociada a que la 'comunicación tiene costo', porque implica esfuerzo y energía y vale la pena disponerlas en muchas circunstancias.
Una provocativa afirmación señala que no hay ruptura definitiva, quiebre total. Son los intentos de comunicarse los que pueden ser exitosos o no exitosos, efectivos o no, pero es un proceso donde a veces no se puede identificar el inicio o el fin. Como sea, 'es imposible no comunicarse'. Esta mirada tiene un rasgo esperanzador.
Un último aspecto se refiere a que la comunicación no se asocia únicamente a la producción de mensajes efectivos que persiguen la persuasión, sino que un comunicador competente es un buen consumidor de mensajes. No basta con la elegancia discursiva, sino que es crucial la escucha y el entendimiento de los otros.
Es probable que algunos de estos simples comentarios sean parte de nuestros propios escenarios y que una paciente reflexión ayude a las personas de buena voluntad a demostrar que no hay quiebre definitivo.