La calidad educativa según la neurociencia
Aprendizaje. Cómo los niños interiorizan el conocimiento y cómo los puede afectar el ambiente de la escuela.
Para finalizar el año académico, y en medio del proceso de acreditación académica, la Universidad de Las Américas invitó a la autora de los libros "Niños con pataletas, adolescentes desafiantes" y "Educar las emociones, educar para la vida", ambos títulos con más de dos ediciones a su haber, la neuropsiquiatra infantojuvenil Amanda Céspedes, quién se refirió al concepto de calidad educativa desde el ángulo de la neurociencia.
"Latinoamérica tiene una deuda con la educación preescolar y escolar, sobre todo para los niños pequeños que no pueden argumentar, solo recibir, en un acto de fe hacia el profesor, pero, siendo la calidad el que los beneficiados progresen al máximo de sus posibilidades y en las mejores condiciones posibles", afirmó la especialista, añadiendo además que, producto de este vacío, los estudiantes hoy llegan a la universidad con magras competencias tras doce años de estudios, "dada la evaluación cuantitativa de habilidades cualitativas en el SIMCE y la PSU, donde ambas enfatizan lo cognitivo, como matemáticas y lenguaje, pero eso no es todo".
Casos especiales
Esta debacle, según Céspedes, se debe a que el sistema educacional está pensado solo para ¾ de la población, evadiendo los casos especiales como los niños con Síndrome de Williams, es decir, retardo mental leve pero con problemas significativos en el sistema motor, quienes sin embargo tienen gran capacidad auditiva; o los prematuros extremos, que pesaron alrededor de 680 gramos al nacer, que poseen dificultades físicas pero un gran intelecto; a quienes se suman los estudiantes con déficit de atención, autismo y asperger.
Para esto, la solución sería modificar las metodologías de educación, "que en Latinoamérica están obsoletas porque todo se orienta a que los niños aprendan a pensar, pero llega el momento de la prueba y dice 'defina'".
Asimismo, los estudios del cerebro han concluido que el gran proceso formador de las personas ocurre durante los primeros siete años de vida, donde se generan alrededor del 80% de las conexiones neuronales, determinando el futuro de los seres humanos de este siglo cuya esperanza vital bordea los 100 años.
En este proceso, además, incide la genética, la alimentación, las experiencias sensoriales y motoras, por ello, "es muy importante que los niños jueguen al aire libre, en contacto con la naturaleza y los animales. Una tablet no es una buena experiencia", finalizó Céspedes.