En entrevista con nuestro Diario, el gerente general de Puerto Valparaíso, Gonzalo Davagnino, ha enfatizado que en todos los proyectos de ampliación y de aprovechamiento del borde costero, se considerará con más preeminencia la participación ciudadana, ya sea de las personas naturales como de las diversas y variadas instituciones, que tendrán la oportunidad de manifestar sus pareceres.

En forma especial, ello ocurrirá en dos iniciativas que están en etapa de estudio, y que podrán recibir las sugerencias de la comunidad, como son el proyecto de Mejoramiento Urbano y Arquitectónico del Muelle Prat, que incluye la accesibilidad al puerto con el soterramiento del paso de camiones, para no perjudicar el desplazamiento del público por dicho sector y, la otra iniciativa, que es de más largo aliento, se refiere a la eventual expansión portuaria del sector Yolanda, con el objeto de ofrecer mayores alternativas portuarias y marítimas para nuestro comercio exterior.

Para estos proyectos y otros que puedan surgir a futuro, siempre en relación con las ampliaciones de los recintos portuarios, Gonzalo Davagnino ha sostenido que se implementará un Modelo de Participación Ciudadana que tiene como propósito sumar las ideas, sueños y visiones de los porteños de una forma concreta, haciéndolos parte de los proyectos de mejoramiento futuros, a través de mecanismos que hoy se encuentran en estudio.

Es muy recomendable para el futuro de la ciudad que esta acciones se concreten con fuerza y alta participación, sobre todo después de la experiencia que se ha vivido con los proyectos Puerto Barón y el denominado Terminal 2, que ya se encuentran concesionados, y que han estado en la pólemica debido a críticas surgidas desde distintos sectores.

La experiencia avala esta decisión de EPV, y abre una oportunidad de conectar a una ciudadanía con los proyectos importantes que se desarrollan en su comuna y, así entonces, establecer una relación de complicidad profunda con el futuro de todos quienes habitan, en este caso, en Valparaíso.

La participación ciudadana responsable, informada y constructiva solo puede traer beneficios para la capital regional y a todos quienes viven en ella.

Parece como si fuera ayer cuando en el Parque Cultural Ex Cárcel de Valparaíso, realizábamos el primer festival Rockodromo. Han pasado 11 años. Desde esa versión inicial, hemos recibido a cientos de músicos nacionales e internacionales, emergentes y consagrados, quienes han formado parte de este certamen. Uno que tiene como característica principal hacer de la ciudad el escenario.

En la actualidad, formamos parte del circuito de festivales musicales más importantes de Chile. Y por supuesto, parada forzosa y distinguida entre aquellos que activan el verano en la zona, como el Festival del Huaso de Olmué y el Festival de la Canción de Viña del Mar.

Y tan importante como eso: Rockodromo es parte de Valparaíso. Primero, porque desde la creación del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes en 2003, las Escuelas de Rock -programa perteneciente a esta institución y que organiza estos cinco días de música-, ha generado diversas instancias musicales tendientes a colaborar en el trabajo por hacer de la ciudad puerto, una gran capital cultural, turística y educativa.

Pero además, proyectamos al festival Rockodromo como una oportunidad para promover un rasgo identitario fundamental de esta ciudad: cuando hablamos de Valparaíso, hablamos de la cuna del rock chileno. Es aquí donde comienzan a ingresar los primeros instrumentos musicales llegados a Chile, que en un principio fueron ejecutados por músicos de la costa y los cerros. Es en esta región donde surgen los sonidos go-go de los Blue Splendor, las filosas observaciones cotidianas de Payo Grondona, la madurez rockera de Los Macs, el sonido universal de Congreso y el viaje legendario de Los Jaivas. Todas, piedras angulares del rock y la música popular chilena.

En momentos donde Valparaíso debate y reflexiona sobre su futuro productivo, cultural y patrimonial, creemos importante considerar a la creación y difusión musical, como un valor agregado que otorga experiencias culturales significativas al Chile actual y que contribuye de manera significativa a promover y desarrollar la actividad económica local.

Esta nueva versión de Rockodromo llega en un buen momento para la música chilena. Tenemos una escena musical de exportación, con festivales instalados a lo largo de Chile, distribución disparada en Internet, alto crecimiento de la empleabilidad para los trabajadores de la música y una agenda legislativa activa, rica en debates sobre la música que queremos: ahí está la aprobación de ley del 20 % de música chilena en radios y la emergente discusión sobre la llamada 'ley de teloneros'.

En ese horizonte, somos un festival único, que reúne a músicos de todo Chile, la mayoría provenientes de procesos de formación bajo el cobijo de las Escuelas de Rock. Codo a codo, se intercalan con artistas consagrados y con invitados internacionales. Lo anterior hace de este festival, un espacio de encuentro, formación y reconocimiento.