Varias organizaciones surgieron en los últimos años, bajo el ímpetu de profesionales que buscan aportar al debate sobre el futuro de Valparaíso. Sus ideas y propuestas se distribuyen en tantos temas como son posibles en una ciudad tan diversa. Una de estas organizaciones es PlanCerro, asociación de arquitectos y profesionales por el Patrimonio de Valparaíso, que liderada por Gonzalo Undurraga busca imponer en el subconsciente de los porteños la idea del patrimonio como eje del engranaje que mueve a la ciudad.

- ¿Cuáles son los puntos que se debieron abordar en el documento que la Municipalidad de Valparaíso envío a la UNESCO?

- Yo creo que se debería enfatizar sobre los resultados del estudio de Impacto Ambiental presentado por OHL, del proyecto Terminal 2, pues al no tener el municipio jurisprudencia sobre el territorio portuario y a sabiendas que las observaciones son categóricas en señalar las amenazas de un proyecto como este, me parece que la mejor estrategia, siendo administrador del sitio, es que el municipio utilice esta vía, la de UNESCO, para contrarrestar el desequilibrio que, dada esta falta de jurisprudencia, existe entre EPV y la ciudad de Valparaíso, en lo que al destino de su borde costero respecta.

- ¿Cómo califica el rol del municipio porteño en temas de resguardo y gestión patrimonial?

- El municipio carece aún de una política clara y contundente en cuanto a la gestión patrimonial. Tiene constituido un equipo que ha logrado instaurar un discurso en relación al resguardo del casco histórico, existe un gerente del Barrio Puerto, eventos como la Feria Inmobiliaria Patrimonial y en general iniciativas muy bien intencionadas, pero falta un golpe de timón que permita distinguir avances en la gestión patrimonial y de ciudad. El grado de deterioro urbano ocurre porque el municipio no ha logrado levantar un proyecto de ciudad que comprometa al Estado, a los privados y sobre todo a la comunidad.

- ¿Cómo debe crecer una ciudad como Valparaíso para lograr una armonía arquitectónica?

- La clave de esta ciudad es que permite un crecimiento limitado y las soluciones para construir sobre estos límites fueron resueltas durante su época de apogeo. Hoy existen nuevas tecnologías, pero la ciudad ya encontró el modo de asentarse. Aberraciones como la vía elevada, el Congreso, la Intendencia, son intentos de implantar una falsa modernidad a la que Valparaíso no logra adecuarse. Su modernidad son los troles, los ascensores, los cauces y muros de contención que permitieron urbanizar las quebradas y sostener este manto arquitectónico que tanto ha dado que hablar. Por lo tanto, romper esa escala es el peor negocio que se puede hacerse en Valparaíso.