Solo hay paz donde hay justicia
Cuando pensamos en la situación de nuestra sociedad chilena contemporánea constatamos, desde un punto de vista político, una visión desarrollista, donde se fortalece el mercado y se reduce al mínimo la injerencia del Estado. El resultado es un gran crecimiento, impulsado fuertemente por el motor de una amplia libertad económica, es decir, la existencia de un libre flujo de capitales, siendo fácil invertir, comprar y vender los más variados servicios y mercancías. Una situación como la descrita hace que el derecho a la vivienda, a la salud y a la educación no estén garantizados, pues el modelo sociopolítico y económico apunta a la creación de riquezas y no hacia la justicia y equidad; por tanto, deja tras de sí una enorme desigualdad en la distribución del ingreso, marginalidad y exclusión del más diverso tipo.
En el contexto socio-político y económico neoliberal que hemos caracterizado, se entrega una amplia libertad a las personas para actuar en términos de consumidores, guiados desde una racionalidad instrumental económica. Detrás de tan rutilante escenario en nuestro país se oculta una enorme desigualdad y falta de derechos sociales, entre ellos, la Educación. En ese escenario, el 2006 se levantó un movimiento de estudiantes secundarios que fueron conocidos como "Los Pingüinos"; y el 2011 los estudiantes universitarios avanzaron hasta constituirse en un frente amplio y multisectorial, donde se enfatizaba la crítica al lucro y hacia el modelo económico neoliberal. Así, desde el 2012 hasta la fecha han seguido las movilizaciones estudiantiles para lograr una educación gratis y de calidad como un derecho humano fundamental. Esta reivindicación asume que la educación es la base que posibilita el pleno despliegue de las potencialidades y valores, haciendo tangible la realización individual y social, donde el pleno desarrollo de los individuos es la condición que posibilita el desarrollo de la colectividad.
Con el ideario de alcanzar un país más justo y equitativo cuyo pilar fundamental es la educación, este gran y heterogéneo movimiento social llamó a sus filas a Exequiel Borvarán (18 años), estudiante de la carrera de Psicología, y a Diego Guzmán (24 años), estudiante de la carrera de Prevención de Riesgos, ambos de Santo Tomás Viña del Mar. Estos jóvenes estudiantes dieron prueba de su compromiso social el pasado jueves 14 de mayo, asistiendo a una marcha tras la cual fueron abatidos de manera brutal por un hombre que efectuó disparos supuestamente para defender la propiedad privada. Este hecho de violencia extrema es una lamentable muestra de los niveles de desintegración social de nuestro país, donde quien piensa distinto es visto como enemigo, donde la competencia, el individualismo, la desconfianza y el miedo han llevado a comprar armas, enrejar propiedades y pagar diversos sistemas de control y vigilancia. Se avanza, de ese modo, en variadas formas de fragmentación social.
La violencia del sistema económico y político neoliberal ha avanzado, debilitando los lazos sociales. Así, resulta cada vez más difícil construir una identidad colectiva. La violencia social, esta vez, ha cobrado la vida de nuestros dos jóvenes, Diego y Exequiel, que hoy se suman a la larga lista de quienes murieron en aras de una sociedad más justa. Pese a su temprana partida, no han muerto en vano, pues se han ido indicando el camino y el sentido que debemos construir de modo colectivo: un país donde la violencia ya no tenga cabida, respeto a la libertad de expresión, valorar la vida humana por sobre la propiedad privada y donde finalmente exista una educación que permita el despliegue de todas las potencialidades como seres humanos y miembros de diversos colectivos sociales.
Se avecina el 21 de mayo y, como es tradicional en esta fecha, volverán las manifestaciones de grupos diversos de nuestra sociedad que van a recordar al poder político que ese acto solemne donde todo Gobierno muestra su poder simbólico en los ritos de la autoridad y solemnidad, olvida tras sus cifras y proyecciones triunfalistas que todavía hay ciudadanos y ciudadanas para quienes las promesas democráticas han sido mera retórica, pues aún viven procesos complejos de exclusión y marginalización.
Tendremos unas nuevas figuras que enarbolen el ideario de este nuevo 21 de mayo, las figuras de Exequiel y Diego, quienes serán llevados en la memoria viva de los manifestantes como la prueba definitiva del cariño, identificación, estima y profunda admiración, pues son dos estrellas que iluminan el camino, sumándose en la bóveda celeste a quienes nos han precedido. Así, nunca la noche de nuestra sociedad será tan profunda -pese a la violencia que oscurece la patria- y esperaremos nuevamente que la luz de la justicia social, política y económica brille para el bien de nuestra sociedad, pues "solo hay paz donde hay justicia".