¿Qué hacer ante la delincuencia?
El tema de la delincuencia está cada día más cerca de todos: en los trabajos, en los trayectos y puntualmente en los hogares. Y no se trata, por cierto, de un problema nuevo, sino que ha recrudecido en los últimos tiempos, con nuevas y audaces técnicas de los antisociales, que hacen aun más patente el estado de inseguridad que se apodera de nuestra población y que diariamente ponen en evidencia con nuevos hechos, donde la violencia se hace presente casi sin límites. Las herramientas que tiene un Estado para enfrentar el delito son la prevención y la reacción de la Justicia, por medio de las penas, que tienen ciertas gradualidad, pero que al parecer nunca son suficientes para disuadir a los delincuentes, que cada día perciben que la reacción judicial es débil, sobre todo de los jueces de garantía de nuestra nueva justicia procesal penal, que a veces se ven imposibilitados de dictar medidas más severas de las que nosotros quisiéramos, y que después de un breve sermón, muchos antisociales salen directo a la calle, algunos con historiales delictivos, que no obstante por la poca gravedad del ultimo ilícito, pueden ser dejados en libertad, a veces con arresto domiciliario total o nocturno. ¿Y quién controla estos arrestos, si el rol primordial de las policías es estar en nuestras calles, en los lugares públicos, en los barrios.
Y ahora, en nuestra zona, un nuevo elemento se ha unido al acervo delictual porteño, imitando los denominados "portonazos", que se han afincado en la capital y que se están exportando a provincia. En esta nueva clase de delitos se aprecia una participación de menores que limita con lo increíble, pues muchas pandillas están integradas por menores inimputables, con la presencia de niños de solo diez años de edad. ¿Tienen conciencia de su actuar, son responsables ante la ley? La mayoría de las veces son entregados a sus padres, no obstante haber sufrido una infancia de abusos, privaciones y pobreza, y reaccionan en contra de la sociedad que no los ha amparado debidamente. Lo más grave aún, exhiben una violencia inusitada contra sus víctimas, una violencia que no aplican los delincuentes adultos, algunos de los cuales tienen cierta consideración, aunque no se les escapan ni los niños ni los adultos mayores, agredidos por igual, para perpetrar sus fechorías. Dejemos un poco de lado las teorías y la academia, y abordemos medidas reales, como establecer una escala de penas según la edad y olvidarnos de fijar una edad determinada para el discernimiento, pues en el mundo moderno, muchos menores saben lo que es bueno y lo que es malo.