Sánchez,
Los cambios demográficos derivados de nuevos hábitos socio-alimentarios y del aumento de la esperanza de vida, sumados a los avances que han experimentado la medicina y la farmacología, han contribuido a modificar de manera significativa la realidad epidemiológica de Chile. En las últimas décadas, las patologías infecciosas cedieron su lugar a las crónicas, como son las isquémicas del corazón, cerebrovasculares, cáncer, diabetes mellitus e hipertensión, que cada día padecen más chilenos y que provocan el doble de muertes que las primeras.
A este tipo de males pertenece uno del que poco se sabe y habla, pero que ha visto incrementada su prevalencia en forma preocupante: la insuficiencia o enfermedad renal crónica (ERC), cuya evolución es tan pausada que muchas veces no presenta síntomas, por lo que suele pasar inadvertida hasta que los daños que genera se tornan irreversibles.
La enfermedad renal crónica afecta al 10% de la población mundial. A nivel nacional, en tanto, su prevalencia es de 12,1% en el sistema de Atención Primaria de Salud y de 36% en el Programa de Salud Cardiovascular y Renal del Minsal. Su impacto se hace notar con fuerza, pues uno de cada cinco pesos del presupuesto anual de las Garantías Explícitas en Salud (GES) hoy se gasta en tratar la etapa terminal de la ERC mediante algún tipo de terapia de diálisis.
Sus efectos son tan complejos que los especialistas ya la consideran un grave problema de salud pública, dadas las consecuencias médicas, sociales y económicas que ésta conlleva para los pacientes, sus familias y los sistemas de atención.
"En nuestro país, el número de personas que debe someterse a terapias de sustitución renal de alto costo ha experimentado un crecimiento exponencial, situación que revela la magnitud que ha alcanzado esta enfermedad y, al mismo tiempo, la necesidad de darle visibilidad pública", advierte René Clavero Sánchez, nefrólogo del Hospital Gustavo Fricke de Viña del Mar y profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad de Valparaíso.
La ERC se caracteriza por la pérdida progresiva de la capacidad de los riñones para eliminar desechos, concentrar la orina y conservar los electrolitos en la sangre. Esta insuficiencia se desencadena a partir de los 60 años, como parte del proceso natural de deterioro del cuerpo humano, y progresa en forma lenta pero sostenida. Sin embargo, en algunos casos -y cada vez con mayor frecuencia- suele afectar a niños, adolescentes y adultos jóvenes.
Sus principales factores de riesgo son la diabetes y la hipertensión arterial, dos de los males más comunes en la actualidad entre los chilenos. Y el riesgo de desarrollarla se incrementa todavía más en personas con antecedentes cardiovasculares o que han recibido un trasplante renal.
"Por todo lo anterior, la enfermedad renal crónica es un mal multisistémico, ya que evoluciona de cuadros de nefropatía diabética y nefropatía secundaria a la hipertensión arterial. Por esa razón, e independiente de la edad, quienes mantiene hábitos de vida poco saludable están más propensos a padecerla", precisa el doctor Clavero.
En términos clínicos, la ERC presenta cinco etapas de evolución. Las primeras dos refieren a la disminución de la función renal (velocidad de filtración glomerular) de normal a disminuida. La tercera da cuenta de una baja moderada pero notoria de la misma, mientras que la cuarta alude a daño funcional severo. Finalmente, la quinta y última etapa implica falla renal terminal y la obligación de aplicar tratamiento de hemodiálisis al paciente para evitar su muerte.
Según la última Encuesta Nacional de Salud, en Chile son poco más de dos millones las personas que a la fecha evidencian algún tipo de insuficiencia renal. De ellas, 850 mil presentan daño considerable y 20 mil se someten periódicamente a diálisis por falla renal terminal.
Al respecto, el médico de la UV explica que hasta la tercera etapa es factible detener la enfermedad a niveles controlables, siempre y cuando la persona afectada cambie sus hábitos de vida y se adhiera a un estricto plan de nefroprevención y protección cardiovascular. De lo contrario, el pronóstico es sombrío ya que, en términos estadísticos, solo un tercio de las personas que se someten a diálisis sobrevive cinco años, si bien ello dependerá de la edad y del estado de salud general del paciente.
Consumir alimentos bajos en azúcar, sodio y grasas saturadas, hacer ejercicio en forma regular, evitar el cigarrillo y el alcohol y realizarse chequeos médicos en forma regular es el mejor tratamiento contra la ERC. Pero para las personas cuya función renal está dañada la alternativa son los fármacos y las dietas estrictas.
Para quienes presentan falla renal terminal, la única solución es la diálisis e idealmente el trasplante de riñón.
nefrólogo y profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad de Valparaíso.