Lorena Cabezas Flores,
La hipoacusia o disminución de la capacidad auditiva en uno o los dos oídos es, en la actualidad, una de las discapacidades sensoriales más comunes que afectan a las personas, independiente de la edad y del nivel socioeconómico de las mismas.
Según la Organización Mundial de la Salud, 328 millones de adultos y 32 millones de niños, que en conjunto equivalen al cinco por ciento de la población del planeta, padecen de algún déficit auditivo o tienen dificultades para escuchar sonidos en su entorno.
Si bien esta enfermedad es asociada por defecto con el envejecimiento, debido en parte a que su incidencia aumenta con los años, lo cierto es que la hipoacusia afecta a 17 de cada mil niños y jóvenes menores de 18 años y sus daños son más severos mientras más temprano aparece.
En efecto, está comprobado -a través de diversos estudios- que la pérdida parcial o total de la audición en la infancia temprana, en grados moderados a profundos, altera de manera significativa nuestra habilidad para adquirir el lenguaje y favorece el desarrollo de trastornos de la voz y alteraciones en el habla, lo que en la mayoría de las ocasiones genera retrasos en el aprendizaje, deserción escolar y repercusiones psicológicas, tanto en el carácter como en el comportamiento.
Por tal motivo y dado que entre uno y tres niños por cada mil nacidos vivos en el mundo presentan algún tipo de hipoacusia sensorioneural, proporción que aumenta a cinco por cada mil si se considera cualquier grado de sordera, se tiene que esta afección representa un problema de salud pública de gran impacto social.
Causas
Según explica la fonoaudióloga Lorena Cabezas Flores, diplomada en Audiología Clínica, especialista en Rehabilitación Auditiva y profesora de la Escuela de Fonoaudiología de la Universidad de Valparaíso, la mayor parte de las hipoacusias infantiles se presenta durante la gestación, al momento del nacimiento o en la etapa neonatal.
Al respecto, la profesional afirma que sus causas son variadas. En algunos casos éstas pueden ser congénitas y, en otros, derivadas de algún mal infeccioso contraído por la madre (rubéola, toxoplasmosis, citomegalovirus o sífilis, por ejemplo) o prematurez. También los partos difíciles y prolongados pueden provocar sordera. Y después del nacimiento, patologías como otitis, paperas, sarampión o meningitis pueden dañar el oído, sin olvidar los efectos adversos de algunos medicamentos.
Diagnóstico temprano
Dada esta realidad, para la fonoaudióloga de la UV el diagnóstico temprano de esta patología es fundamental, por cuanto constituye la primera fase del tratamiento y su pronóstico mejora cuanto más temprano se establezca una estrategia terapéutica encaminada a estimular la vía y los centros auditivos, en especial mediante el uso de audífonos e implantes que permiten acceder a los sonidos del lenguaje.
Hasta hace algunos años, la hipoacusia infantil solía detectarse solo a partir de los 2 años de edad, cuando la sintomatología es clara: cuando el niño parece no prestar atención cuando se le llama por su nombre, mira mucho a la cara de quien le habla y presenta un lenguaje limitado. Sin embargo, hoy la disminución de la capacidad auditiva o la sordera infantil pueden ser diagnosticadas a los pocos días de vida, gracias a pruebas de otoemisiones acústicas o potenciales evocados auditivos automatizados.
"Sin dudas, lo que los pediatras, neonatólogos y otorrinolaringólogos recomiendan es hacer un test auditivo a todo niño recién nacido. Se trata de una prueba sencilla, breve, que no causa ninguna molestia y que idealmente se debe realizar mientras el bebé está tranquilo o durmiendo. Lo ideal es hacerla entre las primeras 24 a 48 horas de vida", asegura Lorena Cabezas.
Efectos y tratamientos
La hipoacusia infantil limita el desarrollo del lenguaje y, por consiguiente, la comunicación. Además, tiene efectos muy perjudiciales en el rendimiento escolar general. Sin embargo, cuando a los niños que la padecen se les ofrece la oportunidad de escuchar en forma temprana y comunicarse, suelen interactuar con los demás, ya sea a través del lenguaje oral, escrito o mediante gestos y signos.
"Las acciones terapéuticas oportunas en este déficit permiten a los niños mejorar su capacidad auditiva y habilidades de lenguaje sin demora. Por eso, hay que concientizar a los padres y recomendarles realizar screening auditivo al mes e iniciar tratamientos, en lo posible, apenas se diagnostique o al sexto mes de vida de su hijo. Dependiendo del grado de sordera, requerirá intervención fonoaudiológica y de estimulación temprana, aprender lenguaje de señas, uso de audífonos o un implante coclear, estos últimos en casos de hipoacusia neurosensorial severa a profunda", precisa la docente de la Escuela de Fonoaudiología de la UV.
En esa línea, la especialista añade que, en Chile, la hipoacusia en el menor de 2 años está cubierta por el programa de Garantías Explícitas en Salud (GES), por lo que los niños que la padecen tienen atención garantizada y acceso a audífonos e implantes cocleares, en caso que lo requieran.
"Para aquellos niños en etapa escolar, desde pre-kinder a cuarto medio, es posible obtener ayuda de la Junaeb, que cuenta con programas para exámenes, atención médica, ayudas técnicas, entrega de audífonos e implantes cocleares. Y para las personas de entre 18 hasta los 65 años que quedan más expuestas, la única opción a nivel público es acudir al Senadis", sentencia Lorena Cabezas.