La decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea (UE), adoptada por el 52% de los votantes en el referendo del 23 de junio, estremeció al mundo y no sólo a los ciudadanos europeos. La libra descendió en un 10% de su valor, regresando al de 1985. Cundió el pánico en los mercados, la Bolsa de Madrid tuvo una caída del 12,35% y la de Tokio lo hizo en 7,92%, sin contar las aprensiones de los bancos y las entidades financieras de todo el orbe.
Los partidarios del Brexit, la salida de Gran Bretaña de la UE, lo hicieron movidos por reacciones nacionalistas tendientes a recuperar la autonomía del Reino Unido para gobernarse. Invocaron la pérdida de soberanía, las limitaciones legislativas y judiciales que les impone la pertenencia a la UE; también influyó en su decisión la alta tasa de desempleo que atribuyen a la ola inmigratoria, así como su resistencia a la burocracia de la UE estacionada en Bruselas.
Los partidarios del Bremain, es decir, la permanencia en el UE, tuvieron en cuenta las ventajas económicas, financieras y de seguridad nacional de pertenecer al bloque de países más poderoso del mundo que, además, es el principal destino de sus exportaciones y un soporte adicional del Banco de Inglaterra. Por otra parte, su pertenencia les aseguraba la movilidad en todo el territorio de la UE de las personas, sus profesiones, bienes y relaciones jurídicas y culturales.
Aunque el resultado del referendo no es vinculante, pues se requiere la aprobación de la mayoría del Parlamento -que es partidaria del Bremain- y luego debe observarse el protocolo de desafiliación que puede tardar dos años o más, lo más probable es que ésta se produzca.
La cadena de consecuencias del Brexit es imposible de prever y, entre ellas, la mayor amenaza es la imitación de esta conducta por otros miembros de la UE, la que está siendo alentada por nacionalistas de Francia, Italia, Holanda, Suecia y Dinamarca. Porque la peor consecuencia del Brexit no es su impacto en la libra, en los mercados financieros y en el comercio europeo; todo eso tiene remedio. El gran fracaso sería la derrota del más ambicioso y fructífero proyecto de unidad europea que nunca antes prosperó.
La Unión Europea significó el término de las profundas divergencias que infectaron la relación de los 28 países que integran la UE, con su secuela de guerras, con la pérdida de millones de vidas, el arrasamiento de ciudades enteras y la animadversión entre estados vecinos que sólo sus fronteras lograban contener.
De allí que The New York Times haya calificado el Brexit como "una votación contra el orden social y económico global". Y la canciller de Alemania, Angela Merkel, el país más poderoso e influyente de la U.E., haya sentenciado que el Brexit "es un golpe contra Europa y el proceso de unificación europea".
Dr. Lautaro Ríos Álvarez
Profesor Emérito de la Universidad de Valparaíso