Confianza desde la familia y la empresa
ANÁLISIS. La clave para comprender procesos actuales en Chile y el mundo.
¿Qué tienen en común el abandono del Reino Unido de la UE, el atentado de este martes en el aeropuerto internacional de Estambul, los casos de corrupción por parte de empresarios y altos funcionarios, los actos de violencia al finalizar algunas manifestaciones de movimientos sociales y el que la mayoría de las empresas familiares en Chile no superen la tercera generación desde su creación? La falta de confianza es el denominador común.
Por el contrario, la confianza imperó en el triunfo de Chile en la Copa América Centenario, en las recientes declaraciones del Santo Padre sobre este año de la Misericordia, y en que en los últimos años hayan prosperado diversos emprendimientos o startups potenciados a través de coworking, incubadoras sociales, hub global y varias fundaciones preocupadas de transformar Chile, desde la infancia, formación política y el cuidado de nuestra Casa Común.
Varios de estos positivos hechos denotan que las personas, si bien continúan confiando en algunas instituciones tradicionales, confían cada vez más en ellas mismas como sujetos capaces de solucionar sus propios problemas, con apoyo de algunas personas que forman parte de esas instituciones, como miembros de sus familias de origen, emprendedores, empleados públicos y sacerdotes de la Iglesia.
El escenario actual en Chile
Pudimos constatar algunos de estos temas en una serie de charlas realizadas por empresarios de la región y del país en nuestra Escuela de Ingeniería Comercial, convocados por la cátedra Familias Empresarias de Chile. En el análisis de estudiantes, profesores y empresarios, revelamos que el eje central era la confianza. Esa es la clave para seguir construyendo un país más justo, solidario y con igualdad de oportunidades para todos.
Es a través de la confianza que un pequeño emprendedor puede llevar a cabo una idea, contando con el apoyo del Estado y de capitales ángeles, sin importar su lugar de origen; una empresa puede tener un desarrollo sostenible en el largo plazo, permitiendo armonizar familia y trabajo; los colaboradores de ella pueden contar con un sueldo digno, sin ser esto resultado sólo de nuestras buenas intenciones, sino de aumentos reales de su productividad, por un trabajo bien hecho, que de seguro redundará en un buen clima laboral y una prolongada auto motivación.
Todo ello permitirá a las nuevas generaciones de esas familias fundadoras constituir consejos que aseguren la sucesión de sus directivos, su crecimiento y desarrollo, considerando siempre las normativas éticas que les permitan ser referentes para la sociedad, a ejemplo de esas miles de medianas empresas europeas que en la posguerra fueron las que permitieron la consolidación de ese mercado común, al cual el Reino Unido quiso entrar en varias oportunidades, y que hoy abandona con un futuro incierto para algunos indicadores económicos, fondos de pensiones y migrantes.
Desde este entorno de confianza, en el futuro la empresa familiar debe continuar invirtiendo, aún cuando existan menores índices de certidumbre, por una reforma laboral en continuo cambio, que no permite observar casos en que la relación entre dirigentes sindicales y trabajadores, por décadas de negociaciones colectivas exitosas basadas en el entendimiento -y no en la lógica del enfrentamiento-, ha permitido mejoras salariales y condiciones laborales sostenidas en el largo plazo.
Algunas de estas reflexiones de alumnos de una universidad con vocación pública, católica y regional, permiten tener fe en la confianza que las nuevas generaciones tienen en el futuro y que, a veces, procesos de cambios vertiginosos no nos permiten constatar.
Si bien un atentado en un aeropuerto o en un centro nocturno en dos ciudades eminentemente turísticas busca frenar el movimiento de personas, seguimos teniendo esperanzas en desarrollar nuestras vidas y empresas con optimismo. Esto explica que centenares de compatriotas visitaran Estados Unidos con el anhelo de presenciar una victoria de nuestra Selección, pese al clima de desconfianza, generado hace menos de un año, en algunas instituciones del fútbol.
Así mismo, hemos recibido con esperanza las palabras del Papa Francisco, en este año de la Misericordia, como un modo de perdonar y retomar las confianzas, para que en Chile las manifestaciones no finalicen con actos de violencia y los pequeños emprendedores y sus familias no sufran desmanes. El cuidado de las personas y la propiedad debe ir de la mano de una buena educación, desde la infancia, y la formación cívica de las futuras generaciones, pues será la única forma que esas nuevas empresas familiares que se están formando hoy en nuestras incubadoras, sean no sólo responsables socialmente sino que cuiden esta Casa Común que nos ha sido regalada a todos.