La Matriz ®, marca registrada
El imponente ejercicio ciudadano y democrático llevado a cabo hace cosa de un mes en Valparaíso con el broche dorado de las Primarias Ciudadanas, tras un largo y farragoso proceso de larga data, representó el punto más alto del Pacto Urbano de La Matriz, bautizado de tal forma luego de que el cura de la parroquia del mismo nombre, Gonzalo Bravo, cediera gentilmente una de sus instalaciones para las primeras reuniones del variopinto grupo de ciudadanos que soñaba con intentar cambiar los destinos de Valparaíso, sin apelar a la lógica de los partidos tradicionales.
Tal nombre creció en el imaginario colectivo, fue ninguneado, motejado despectivamente como el "Pacto La Boutique" -por el supuesto elitismo de algunos de sus integrantes- y descalificado por el Servicio Electoral. Así y todo, cumplieron con su promesa de sacar adelante las elecciones ciudadanas y dieron una de las más grandes muestras de responsabilidad y certeza cívica que se han visto por los últimos tiempos en la zona, con el reconocimiento -solo minutos después del conteo de votos- del triunfo del abogado puntarenense Jorge Sharp y el cierre inmediato de filas en torno a su candidatura. El ejemplo, tan distante de lo que se vio por parte de los candidatos perdedores en las primarias municipales por Valparaíso de la antigua Concertación, en 2012 (Pinto vs. Quintana); y de lo que mostró Chile Vamos en las primarias opositoras de Concón (Rivera vs. Gastó), dejó en claro que la clase política -más allá de ciertos abusos extendidos, pero no generalizados- ha terminado por buscarse la apatía ciudadana por la cual hoy tantos costos paga.
Sin embargo, cosa impensada hasta hace algunos días, se ha comenzado a generar cierto recelo entre los habitantes del barrio La Matriz y los acólitos de la parroquia por una eventual confusión entre el citado pacto urbano y el pensamiento político y religioso de los incumbentes, quienes -con justa razón, hay que decirlo- señalan que los activistas políticos que germinaron en sus cercanías no los representan, como tampoco comulgan necesariamente con sus propuestas, ideas o percepciones sobre el acontecer porteño.
El asunto, expresado con incuestionable honestidad por el propio cura Bravo en la edición de ayer de El Mercurio de Valparaíso, conforma una de las polémicas más sinceras y respetables que se hayan tejido en el Barrio Puerto en las últimas décadas.
¿Cómo se hace para "despolitizar" el nombre de un barrio y una parroquia que, históricamente, han sido la casa de acogida de los desposeídos y los postergados?
La discusión está abierta, pero no estaría demás que el propio movimiento formado en sus entrañas diseñara -más allá de sus afanes alcaldicios y municipales- una política ciudadana que fuera en auxilio de tan emblemático barrio.
La historia (y el Puerto) se lo agradecerán.