Los fantasmas de Castro y la ciudad
Gonzalo Cowley
"Nadie está obligado a lo imposible", repitió en innumerables ocasiones el alcalde de Valparaíso, Jorge Castro, cada vez que se le preguntó por el requerimiento -por notable abandono de deberes- interpuesto en su contra por los concejales Paula Quintana (PS), Zuliana Araya (PPD), Ruth Cáceres (RN) e Iván Vuskovic. Y el Tribunal Calificador de Elecciones le dio la razón.
Esta decisión del Tricel le regaló un nuevo aire y le permite iniciar su candidatura a la reelección con aparente tranquilidad, al determinar que -de las 12 acusaciones iniciales- sólo tres eran atendibles y no ameritaban una sanción mayor que la censura.
Sin embargo, de las muchas lecturas que se harán del fallo, hay una que me preocupa: gran parte de estas acusaciones rechazadas, quedaron en el camino no por irreales, sino por considerarlas "lastres", que provenían de gestiones anteriores o situaciones en las que no había recursos del gobierno central para paliarlas. Entre ellas, no haber puesto término a tiempo al contrato con la Corporación Municipal respecto de los servicios de aseo, donde Castro es considerado "sucesor de una situación anómala".
Hubo otras recriminaciones que ni siquiera llegaron a esta instancia final, como falta de limpieza de quebradas, que podrían haber aminorado el efecto del incendio de 2014, tal como lo advirtió antes de la tragedia el jefe de Emergencias de la municipalidad, Ricardo Valdés.
De nada de eso es culpable Castro. Pero aunque no lo sea, el olvido de la ciudadanía a veces no es tan rápido. No al menos, pensando en una elección en tres meses más.
El fallo revela un problema de origen, al menos en su percepción. Y es un obstáculo que a Valparaíso le pena: la herencia. La tuvo Aldo Cornejo cuando asumió después de Hernán Pinto. La tiene Castro, luego de dos periodos al mando de la comuna. Y, siguiendo esa lógica, ninguno de los candidatos actuales a dirigir los destinos del Puerto podrían sacarlo de su difícil estado, pues "heredarían" las deudas, la suciedad, la falta de empleo y un largo etcétera, que siempre serán atribuibles a los anteriores ediles.
Está sucesión le continuará pesando a Castro. Porque parte de la ciudadanía sí le enrostrará lo que el Tricel no le recriminó. Y el resto de los candidatos sí utilizará esta situación como caballito de batalla, aunque en unos años más ellos vayan a quejarse de lo mismo.
Y las acusaciones serán parte de una serie de fantasmas que perseguirán al alcalde UDI en esta campaña. Lo será también la sensación de abandono de la ciudadanía y la percepción de que Valparaíso dejó -hace mucho tiempo- de ser un buen lugar para vivir. La última encuesta de la Universidad Católica, en conjunto con la Cámara de Comercio de Chile, arrojó que -de las cinco comunas medidas en la V Región- la Ciudad Puerto es la que obtiene peores resultados en temas como condiciones laborales, ambiente de negocios, conectividad, vivienda, entorno, salud y medioambiente.
Luego, el endeudamiento o derechamente estado de bancarrota del municipio. De acuerdo a recortes de prensa, a fines de diciembre de 2002 -cuando Pinto ejercía su tercer periodo-, el déficit era de $1.600 millones. Al año siguiente, ya ascendía a $4.100 millones. Diez años después, en 2014, la deuda alcanzaba a los $35 mil millones. ¿Podrá Castro, Leopoldo Méndez o cualquier otro realmente generar un cambio con este estado de situación? ¿O este "legado maldito" continuará creciendo indefinidamente?
El tercer fantasma es el desgaste. Dos periodos al mando de la comuna, con crisis económica, incendio e inseguridad en alza (a veces pareciera que los delincuentes aprovecharan los periodos de campaña para aumentar su "productividad") le pasarán la cuenta. Y deberá salir renovado. Ya no a explicar -como lo ha venido haciendo en las últimas apariciones públicas- sino a proponer. ¿Qué piensa hacer en un tercer periodo, que no haya tenido oportunidad de realizar ya?
Un último punto, pero quizás uno de los fantasmas más difíciles de manejar, será cómo seducir a quienes fueron sus aliados incondicionales y que hoy están divididos: Al porteño de los cerros, que creyó fuertemente en él y que hoy evalúa apostar a Méndez o simplemente no levantarse a votar. A Amplitud, cuyos líderes y militantes lo respaldaron en 2012 -cuando eran parte de Renovación Nacional- y hoy piensan en un candidato propio. Y al fantasma de los ex seguidores de Hernán Pinto, muchos de los cuales trabajaron por la candidatura de Castro y que hoy, casi una década después, están virtualmente desaparecidos.
"Dos periodos al mando de la comuna le pasarán la cuenta. Y deberá salir renovado. Ya no a explicar sino a proponer. ¿Qué piensa hacer en un tercer periodo, que no haya tenido oportunidad de realizar ya?
La ciudadanía
Se han celebrado elecciones primarias en sectores diversos de la sociedad y en múltiples ciudades.
Sin entrar en la consideración de los números, queremos inferir que las miles de personas que se pronunciaron en favor de sus candidatas y candidatos, lo hicieron asumiendo una perspectiva y un deseo de genuina representación. Eso ya es buena noticia.
La ciudad es un entramado complejo de culturas, saberes, prácticas, poderes e intereses. Se ha alejado la idea de lo homogéneo y ha crecido la idea de lo múltiple. El desafío, luego, es asumir esa condición de diversidad y construir mínimos comunes que nos integren. Vislumbramos cinco variables a considerar (de muchas otras que pueden agregarse) para iniciar una metodología de diálogo sobre nuestro espacio social.
El primero -y fundamental-, como condición de contexto, es la vinculación de ciudad y educación. No es posible construir y conducir territorios con destino y desarrollo, si éstas no incluyen procesos formativos desde etapas tempranas que promuevan el afecto hacia lo que nos es común.
Aquello implica favorecer puentes entre los que piensan y los que hacen; puntas de un mismo lazo que a ratos no se entrelazan. En nuestras ciudades, es fácil distinguir a los centros de estudios primarios, secundarios y de educación superior, y a otros que hacen experiencia concreta cada día como organismos sociales de diverso tipo, emprendedores en sus facetas múltiples e innovadores que buscan mover los cercos en sus áreas respectivas. En esa vinculación inspirada en un proceso de retroalimentación, permite apreciar el territorio común.
Un segundo factor, elemental a estas alturas, es la participación de la ciudadanía. No caben recetas paternalistas que no incluyan la opinión de los involucrados en relación a los asuntos que les afectan. Un proyecto de ciudad - o de metrópolis -, debe considerar la opinión activa de las comunidades y animar fenómenos de co-responsabilidad. No debe ser solamente responsabilidad de la autoridad respectiva que una ciudad esté rayada, descuidada, sin espacios públicos dignos o desventajada, producto de un maltrato que no considera al otro. Dicho en claro, gobernar una ciudad es responsabilidad tanto de la autoridad, como de la ciudadanía que se vincula con ese espacio social que reclama. A un derecho, un deber.
Seguidamente, valoramos incorporar la variable del consenso en las tareas fundamentales y de la acción como consecuencia de aquello. Ello implica consultar primero, acordar los puntos fundamentales y luego actuar. Hay circunstancias del desarrollo local que no pueden esperar décadas para ser resueltos y ello indica que es totalmente valioso y necesario contar con autoridades que sepan escuchar, pero también tomar decisiones, por muy impopulares que sean. Una buena decisión en un momento de la historia, puede determinar el destino de un territorio años después… y los ejemplos sobran en nuestra zona. Consultar, consensuar y actuar… cuando se rompe ese camino, surgen las dificultades.
Un cuarto aspecto, lo referimos al problema de la sostenibilidad. Despuntan múltiples aristas de este punto. El uso y aprovechamiento de los recursos naturales disponibles, el modo de organizar nuestras prácticas cotidianas o el modo de hacer funcionar nuestros sistemas comunitarios como por ejemplo, el transporte y la disposición de los desechos o bien, abordar aquella concentración de la pobreza producto de visiones que viabilizan verdaderos "apartheid", producto de malas decisiones que tienen como consecuencia erróneas políticas públicas que no integran. Las ciudades deben "sostenerse" y poder relacionarse con otras de manera natural, así como las personas debemos relacionarnos con nuestro medio ambiente.
Por último, está el ejercicio de la confianza. Cuando hablamos de educación, participación, consenso /acción y sostenibilidad, estamos diciendo que la aplicación final que queda al escrutinio de cada sociedad local, es el modo de implementación de las decisiones y el vehículo que lo hace posible y plausible, es una cultura de la confianza. Si la autoridad quiere mejorar la vida local de manera sincera y eficaz, debe mirar éstas y otras variables para construir gobernanza local y entrelazarse con otras realidades afines que deslindan en un modo de vivir que dejó de ser - hace rato -, una experiencia insular y es totalmente interdependiente.
Se vienen las elecciones municipales donde decidiremos los énfasis del destino de nuestras ciudades, y también, como consecuencia, el destino de nuestra macro ciudad. Pongamos debate de fondo en ello.