El mar se aleja de Bolivia
El drama de Bolivia no es su mediterraneidad, sino tener un Presidente que está haciendo todo lo posible por mantenerse otro periodo más en el poder. El problema para Chile es que, entre sus múltiples fórmulas para lograr la unidad del pueblo boliviano, Evo Morales ha encontrado en el tema marítimo la solución a las divergencias internas.
El Presidente boliviano, entre sus múltiples e innegable méritos, ha logrado crear en el inconsciente colectivo de la mayoría de sus compatriotas, la necesidad de contar con una salida al mar y hacer creer que ésta ha sido permanente durante el último siglo. Así además quedó estipulado en su Constitución, en la que aparece consignado el irrenunciable derecho de Bolivia a tener una salida al mar. Esa es la declaración de principios de la carta magna boliviana con la que tendremos que aprender a lidiar de forma constante.
El problema del Presidente Morales es que Chile tampoco va a ceder una salida al mar, pero por algo mucho más relevante que el pasado histórico que le permitió quedarse con ese territorio después de la Guerra del Pacífico, la imposibilidad de cambiar los tratados o lo que pueda determinar un tribunal internacional, sino simplemente porque la soberanía de estas decisiones reside en los pueblos que la habitan.
En todas las encuestas que se han realizado en el norte de Chile, sus habitantes se niegan a entregar una franja a los bolivianos o cambiar su realidad fronteriza con Perú por la de Bolivia para que puedan disfrutar de un corredor soberano.
La democracia, bien lo debería saber Evo Morales en una historia plagada de golpes de estado, es un valor fundamental que tiene que ser respetado en el siglo XXI. Así se lo hicieron saber los habitantes de las Falklands a los argentinos en un plebiscito el 2013 y, este fin de semana, los turcos a los militares golpistas que intentaron acabar con un gobierno que había llegado al poder por la vía democrática.
En este sentido, hay que escuchar a los ariqueños, iquiqueños, antofagastinos, etc., antes que a Evo Morales, Michelle Bachelet o a los jueces de la Corte Internacional de La Haya.
La única posibilidad de que Bolivia tenga un acceso al mar de forma libre y expedita, como sueña el canciller Choquehuanca, sería a través de un tratado de libre fronteras como el que posee Europa desde los acuerdos de Schengen (1985). La dificultad radica en que estas alianzas se construyen luego de años negociaciones en las que priman valores como el trabajo, respeto, sinceridad y confianza. Lamentablemente para nuestros hermanos bolivianos, lograr algo así suena hoy a una utopía. Cada vez que Evo Morales o su ministro hacen una declaración en contra de Chile, el mar se aleja de Bolivia.
Gonzalo Serrano del Pozo
Académico Facultad de Artes Liberales, UAI