El Presidente ruso, Vladimir Putin, decidió jubilar a la vieja guardia formada en la KGB soviética, en vísperas de los comicios legislativos de septiembre y con vistas a su reelección en el 2018.
El último en caer fue Sergei Ivanov, jefe de la Administración del Kremlin, uno de sus hombres de mayor confianza desde que Putin asumiera la jefatura del Servicio Federal de Seguridad (FSB, antiguo KGB) en 1998.
La noticia cayó como una bomba, ya que Ivanov (63) ostentaba el cargo desde 2011 y antes ejerció de secretario del Consejo de Seguridad, ministro de Defensa y viceprimer ministro.
Durante los últimos 20 años, Putin siempre tuvo a su lado a Ivanov, quien incluso sonó como candidato a sustituirlo al frente del Kremlin en 2008, aunque finalmente ese honor correspondió a Dmitri Medvedev.
El líder ruso agradeció a Ivanov los servicios prestados y reconoció que este le había pedido que lo relevara del cargo, aunque pocos son los analistas que creen que la defenestración del mano derecha de Putin fue voluntaria. Su sustituto será Anton Vaino (44), un diplomático de carrera hasta 2002, año en que entró a formar parte de la Administración del Kremlin, donde es considerado alguien muy cercano al Presidente.
Ivanov es el último de una larga lista de expulsiones, algunas correspondientes a antiguos compañeros de Putin en la KGB. Es el caso de Andrei Belianinov, jefe de Aduanas, quien en julio enfrentó un registro en su domicilio por parte agentes del FSB. Estos encontraron cientos de miles de dólares y euros, además de joyas, muebles y cuadros de incalculable valor.
Baja popularidad
Los analistas siempre han destacado que la lealtad es el rasgo más apreciado por Putin, aunque su popularidad esté bajo mínimos, como es el caso de Medvedev, cuya dimisión es pedida a gritos por algunos sectores. A ello se suma la implicación de algunos de sus antiguos aliados en casos de sobornos.