El tema de la inmigración se ha instalado con fuerza en el debate político nacional, proyectándose necesariamente hacia la próxima campaña electoral destinada a elegir Presidente de la República, senadores y diputados.
Tanto desde el Gobierno como desde la oposición se anuncian iniciativas para actualizar la actual Ley de Inmigración de acuerdo al aumento de las corrientes de extranjeros que llegan a residir y a trabajar en el país, muchos en forma irregular. Hay acusaciones de racismo o xenofobia ante las declaraciones de algunos representantes políticos, especialmente sobre generalizaciones condenatorias contra los inmigrantes, achacándoles acciones delictuales. El mismo mensaje injusto se retumbó con fuerza y encontró acogida en la campaña electoral norteamericana.
En el caso chileno, la acusación contra los extranjeros no tiene base estadística, pues dentro del cuadro delictual general, su presencia es bajísima. Lo que sí es verdadero es que esa participación está focalizada en delitos graves, como el tráfico de drogas o modalidades de estafa informática.
Pero la realidad es que la inmigración está presente en nuestro medio y aparece en el campo laboral en busca de oportunidades, como lo comprueba una crónica de este Diario. Los entrevistados en Valparaíso reconocen que les ha ido bien, pero rechazan, y con razón, las generalizaciones.
Además, hay que recordar que Valparaíso, puerto, ha sido a través de la historia nacional el gran receptor de corrientes migratorias desde el Siglo XIX. Ya el censo de 1907 consignaba que de una población provincial de 281.385 personas, había 15.968 extranjeros de 35 nacionalidades, muchos de ellos residentes con cierta antigüedad, pero otros recién llegados en busca de oportunidades, huyendo de guerras, del hambre, de problemas políticos o económicos.
Las corrientes migratorias se acentuaron tras la Guerra del 14, la Revolución Española y la Segunda Guerra Mundial. Barcos repletos de migrantes recalaban en el puerto y con ello nuevos grupos humanos, con sus costumbres, culturas, virtudes y defectos se incorporaban a nuestra nacionalidad. Hay tras esos seres humanos historias de triunfos y fracasos que son la historia de muchas familias donde están las raíces de trabajadores, profesionales y empresas exitosas que comenzaron casi de la nada.
En suma, nada nuevo, una vieja historia de personas que buscan mejores horizontes y que esperan una buena acogida, respetuosa y generosa. En estas horas, cuando en la Teletón se desarrolla una cruzada por la rehabilitación infantil, no debemos olvidar que esa bandera solidaria la hace flamear Don Francisco, justamente un exitoso y convocante descendiente de inmigrantes.