Deuda con Escuela Ramón Barros Luco
Desde el terremoto de 2010 que el tradicional edificio del establecimiento educacional se encuentra cerrado.
Siete años se cumplirán en febrero desde el terremoto de 2010. El mismo lapso de tiempo permanece cerrado el tradicional edifico de la Escuela Ramón Barros Luco de Valparaíso, seriamente dañado con el sismo.
Las alumnas del establecimiento debieron dejar el recinto donde estudiaban para instalarse en lugares que las recibían prácticamente como allegadas.
Su precaria situación bien podría ser considerada como la mayor derrota de la educación pública en la Ciudad Puerto.
Pero no sólo es una derrota de la educación pública, también lo es del Estado en su conjunto, que ha sido incapaz de gestionar la recuperación de un Monumento Histórico Nacional (tiene esa condición desde 2003) que alberga a la más importante de las escuelas de niñas de la comuna.
Todas las reparticiones fiscales que han tenido que ver en este proceso les han fallado a las alumnas de la Barros Luco, partiendo por la Corporación Municipal de Valparaíso, pasando por el municipio y los ministerios de Educación, Bienes Nacionales y Desarrollo Social.
Las responsabilidades, claro está, no están todas al mismo nivel; sin embargo, eso no puede ser una excusa para seguir postergando el retorno al emblemático edificio.
Desde el año 2012 que los proyectos presentados por la Cormuval para restaurar el inmueble han fallado. De hecho, 300 millones de pesos que fueron entregados ese año al municipio porteño para las reparaciones no fueron acreditados, originando todas las demoras posteriores.
Mientras tanto, la escuela se sigue deteriorando, las alumnas esperando y se generan efectos secundarios nocivos para el barrio donde se emplaza.
Decenas son las denuncias de comerciantes del sector de calle Victoria con avenida Uruguay respecto al aumento de la delincuencia en el sector, producto del abandono del edificio de la Escuela Ramón Barros Luco.
En medio de esta lenta tragedia porteña, hay quienes tratan de revertir el rumbo de la historia y viven día a día una odisea.
Las apoderadas y exalumnas del establecimiento se han organizado para salvarlo. Probablemente sin su trabajo, el conflicto sería invisible y Bienes Nacionales hubiera terminado entregándole el edificio a una universidad.
Prácticamente una generación completa -la que ingresó el 2010 a la escuela- no pasará por las añosas aulas de calle Victoria; no obstante, si las niñas vuelven finalmente, la victoria será solamente de ellas, de sus padres y de las mujeres que algún día pasaron por la Escuela Ramón Barros Luco y no la olvidaron.