Se inicia un nuevo año y una vez más nuestra región es víctima de la propagación de diversos incendio, los cuales de manera simultánea han afectado comunas como Quilpué, Cartagena, Santo Domingo y Valparaíso en menos de una semana. La destrucción de viviendas en las zonas de interfaz urbano-forestal ha sido un problema permanente y de alto impacto económico, social y ambiental en los últimos años.

Si bien muchas veces el origen de dichos siniestros es producto de la acción humana, el cambio climático ha contribuido de gran manera a su propagación producto del aumento de temperaturas, el cambio en los vientos y una condición más seca del aire, el suelo y la vegetación.

Hoy estamos siendo testigos de una importante afectación a nuestro territorio, resultado de diversos factores ambientales como la disminución de las precipitaciones, lo que afecta directamente en la afluencia de caudales y, en consecuencia, las reservas de agua para consumo doméstico, desarrollo industrial y agrícola.

Sin embargo, para enfrentar de mejor manera estos cambios el Ministerio del Medio Ambiente ha estimado de gran relevancia conocer en detalle los efectos del cambio climático de manera local, a fin de identificar y estudiar las diversas problemáticas por cada comuna y de esta forma que toda futura acción que se adopte sea acorde a la realidad de cada sector.

En ese sentido, el estudio "Elaboración de una base digital del clima comunal de Chile: línea base (1980-2010) y proyección al año 2050", elaborado por Información para el Desarrollo Productivo Ltda. (INFODEP), encargado por el Ministerio del Medio Ambiente, entregó una gran cantidad de información climática con el propósito de disponer de una base sólida para caracterizar el clima de cada comuna y subcomuna del país.

Sin duda, son preocupantes los resultados de dicho estudio, el cual señala a Valparaíso como la región más vulnerable al cambio climático, proyectado al año 2050, debido al aumento de las temperaturas en todas las comunas de la región, disminución de las precipitaciones, a lo que se suma la vulnerabilidad que tiene con respecto al nivel del mal.

Por lo anterior, y trabajando en la misma línea de acción, el Ministerio ha querido dar inicio a la conformación de los Comité Regional de Cambio Climático (CORECC), a fin de crear en conjunto una política regional, destinando recursos para el desarrollo de las medidas y acciones de mitigación, adaptación y creación de capacidades a nivel regional.

Sin duda, el Consejo Regional para el Cambio Climático recientemente creado por el Gobierno Regional de Valparaíso, en conjunto con el ministerio y conformado por representantes del sector público y académico, es una clara señal de nuestra preocupación en generar prontas medidas sobre los efectos adversos que el cambio climático está teniendo en nuestro territorio.

Hoy tenemos un rol importante que cumplir. El desafío de generar mecanismos de adaptación que se realicen de forma local, dependiendo de las condiciones específicas de nuestras comunas y localidades, es fundamental para contribuir a la protección de nuestro patrimonio natural y bienestar de las personas.

Tania Bertoglio

Seremi del Medio Ambiente Región de Valparaíso

En los edificios de la Estación Puerto se instaló hace algunos años la Fundación Futuro de Valparaíso, financiada por el empresario Nicolás Ibáñez y presidida por el joven ejecutivo Gonzalo Serrano. Entre sus primeras acciones instaló el llamado Observatorio de Valparaíso que, en un estudio de un nivel pocas veces visto, alertó sobre los yerros en la reconstrucción, a un año y ocho meses del Megaincendio. "Se han repetido los mismos errores que por años han caracterizado la ocupación de las partes altas de Valparaíso y que ha estado marcada por la informalidad y falta de previsión", informaba el resultado de aquel trabajo, dando cuenta de que pese a las recomendaciones de no instalar viviendas de emergencia en los sectores de cauces de quebradas y pendientes superiores al 40% por los riesgos de inundación y derrumbe que ello implica (según las propias recomendaciones del Plan Regulador Metropolitano de Valparaíso y el Servicio Nacional de Geología y Minería), el 62% de las viviendas (1.147) se reconstruyeron en sectores de alto riesgo: 461 de ellas en cauces de quebradas con riesgo de inundación y sin ninguna obra que pudiera mitigar el desastre, 372 en sectores con pendientes peligrosas y 314 en ambas zonas de riesgo, es decir, en quebradas y pendientes superiores al 80%.

Asimismo, el informe, elaborado por urbanistas y geógrafos de la talla de Iván Poduje y Luis Salinas, también hacía alusión a la peligrosidad del crecimiento de los bosques pirógenos de eucaliptos y pinos, los pésimos accesos para el control de los focos de incendio y la alta densidad boscosa: unas 445 hectáreas, según imágenes satelitales, drones y sobrevuelos en helicóptero.

El Observatorio prometió una segunda parte del informe para el año 2016, el que contendría recomendaciones y sugerencias para corregir estas falencias. Lamentablemente, y por motivos que nadie sabe explicar muy bien, Nicolás Ibáñez terminó desarmando la loable iniciativa y nada de ello terminó por concretarse.

Hablar hoy de lo que se hizo, no se hizo o se pudo hacer es casi irrelevante, como irrelevante es comenzar a cuantificar los asentamientos irregulares, sino buscar las soluciones definitivas -con reglas y plazos que se cumplan- en torno al diseño de propuestas que, como bien dice el alcalde Jorge Sharp, no se centren en la entrega de una mediagua por parte del Estado, con los proyectos de fondo (¿alguien sabe qué pasó con el Camino del Agua?) repartidos entre distintos delegados y ministerios cuyas descoordinaciones terminan, por uno u otro motivo, desdibujando aquella promesa de futuro que se hizo en los cerros antes de que los maderos y carbones terminaran de enfriarse.

La Encuesta CEP, como de costumbre, proveyó una plataforma en la que todos los incumbentes encontraron lugar para estar satisfechos. Unos por mantenerse, otros por crecer e incluso, en el caso de Ricardo Lagos, como un objeto de desafío. El punto, sin embargo, es que los análisis de la encuesta parecen dejar de lado el muy particular escenario electoral que nace como consecuencia del voto voluntario y, particularmente, de la pérdida de respeto y afectio societatis que impacta duramente en la fe pública respecto a los integrantes del sistema político tras los múltiples escándalos de corrupción real o atribuida. En una escena así, es conveniente recordar el considerable descenso de votación que se presenta entre los procesos eleccionarios que llevaron a Sebastián Piñera y a Michelle Bachelet por segunda vez a La Moneda. Dicho escenario implicó que mientras Sebastián Piñera ganó la segunda vuelta con sólo el 52%, Michelle Bachelet lo haría con el 62%, pero con casi 70.000 votos menos en términos brutos.

Las encuestas publicadas la semana pasada confirman una mirada así, con una enorme masa sin opinión, mientras que los candidatos "de mayoría" se mantienen bajo el 30%. Una escena así es compleja, pues claramente no existe una visión de proyecto país que podamos considerar de consenso en Chile. Más aún, estamos en medio de un Gobierno al que la vocera Narváez no trepida en calificar de "transformaciones", pero que no están siendo aceptadas o aprobadas por la población. Y esto lo demuestra tanto en las encuestas como en la pasada elección municipal. Dicho directamente, la sociedad no está satisfecha con las reformas que se están desarrollando en el país, pero a la vez no está interesada mayoritariamente en las propuestas de ninguno de los candidatos que hoy asoman como líderes relativos en el proceso de precandidaturas.

La elección del 2017, por tanto, parece ser que será dominada por la abstención, y el desafío que surge ahí para los candidatos es más por el voto duro propio en un escenario de apatía y desánimo que intentar disputar a un opositor un voto indeciso entre opciones divergentes de sociedad. Obviamente, un proceso así es altamente corrosivo para la construcción de una sociedad política sana basada en el encuentro y debate democrático, pues se trata básicamente de monólogos autorreferentes, donde un candidato les predica a sus propios conversos, luchando más contra la apatía de estos de ir a votar antes que realmente debatiendo ante la sociedad un proyecto país complejo e integrativo.

Arriesgamos convertirnos en una comunidad de grupos aislados, dominada más por el temor y resistencia al otro que por un debate político sano que busque recuperar un "nosotros". Los resultados de Sebastián Piñera y Alejandro Guillier parecen confirmar dicho temor. Ambos están por debajo de los mínimos históricos de los sectores que representan y, por tanto, queda abierta la duda de si buscarán consolidar esos núcleos antes que realmente salir a presentar un proceso de debate.

La negativa de Piñera de confirmar su evidente candidatura y los ominosos silencios de Guillier sobre el fondo de su visión de sociedad más allá de las frases hechas y expresiones comunes, así como la necesidad de asumir su calidad de político, sólo profundizan estas dudas. Ciertamente, nos encontramos ante una elección atípica y aún con más oscuridades que luces.

Fernando Wilson

Académico Facultad de Artes Liberales Universidad Adolfo Ibáñez