Consternados vemos la secuela de destrucción y dolor que afecta el centro sur del país, provocada por más de cien incendios, distribuidos en un vasto territorio de aproximadamente mil kilómetros de extensión, desde Coquimbo a la Araucanía. Miles de hectáreas destruidas y miles de personas afectadas. Las llamas han cobrado vidas humanas, personas que se han sentido impotentes por no poder controlar el fuego, mártires calcinados, destrucción de la rica flora y fauna de nuestros bellos y admirados paisajes.
Si bien este drama ha golpeado muchas veces a distintos lugares del país, en especial a nuestro Valparaíso, y se ha ensañado con los más vulnerables, en esta ocasión se trata del incendio más grande que ha registrado la historia de Chile. Es por ello que esta inmensa desgracia debe constituirse en una gran lección para Chile. Si el incendio de la Iglesia de la Compañía de Jesús, que dejó miles de muertos en Santiago el 8 de diciembre de 1863, dio origen al primer cuerpo de bomberos de la capital, después del primer cuerpo de bomberos de Chile constituido en Valparaíso, los incendios de hoy deben dar origen a un nuevo ordenamiento territorial del país, hecho en forma participativa, seria, responsable y muy rigurosa. Estas desgracias deben marcar una inflexión real para un cambio profundo.
Chile debe cambiar su ordenamiento territorial, sus planes reguladores comunales, los que deben responder a planes reguladores provinciales y/o regionales, bajo estrictas normas nacionales. Estos marcos normativos deben incorporar las nuevas condiciones climáticas del país. Han sido los terremotos los que han permitido que hoy en Chile un sismo de alta intensidad no tenga víctimas fatales, como fue el reciente terremoto en Chiloé. A partir de 1960, Chile se puso serio en esa materia y creó un exigente marco regulatorio. Lamentablemente, a veces los intereses mercantiles han relajado todo y han puesto nuevamente en riesgo a personas y bienes.
Las universidades hemos comprometido ante el intendente de la Región de Valparaíso, nuestra decidida voluntad de colaboración en estas materias, poniendo a disposición nuestras capacidades académicas, científicas y tecnológicas, como asimismo, a través del compromiso social de estudiantes y funcionarios para enfrentar estas amenazas y riesgos, entregando caminos para soluciones concretas, utilizando metodologías, planes integrales y tecnologías apropiadas. En este sentido las cuatro universidades del Consejo de Rectores de Valparaíso trabajaremos en conjunto, uniendo capacidades. Debemos ser muy serios en esto y tomar medidas preventivas, partiendo por la educación. Los establecimientos educacionales deben comprometerse a crear una conciencia y una cultura de la responsabilidad, de la anticipación y del cuidado colectivo de nuestras familias, nuestras ciudades, poblaciones y nuestro patrimonio cultural, social y natural.
Patricio Sanhueza V.
Rector Universidad de Playa Ancha