Siempre es bueno recordar la gran película italiana Cinema Paradiso, dirigida por Giuseppe Tornatore. El argumento se centra en la vida de un famoso cineasta italiano que se entera de la muerte de su gran mentor, el administrador del cine en su pueblo de infancia. Este acontecimiento lo hace volver a su pueblo natal y comenzar, desde allí, a recordar su vida, que estuvo inexorablemente ligada al viejo Cinema Paradiso. A medida que la historia transcurre, uno puede ir notando la relación entre el pueblo y su cine como un espacio de encuentro entre los habitantes, que va finalmente convirtiendo la vida del protagonista y de quienes lo rodean. Una película llena de amor por el cine y de lecciones, con un final emotivo que se combina además con la banda sonora de Ennio Morricone.

El Cinema Paradiso refleja todas nuestras nostalgias. Nos hace regresar a esos lugares comunes que le dan sentido a nuestra infancia: la cancha de tierra, el almacén de barrio, la plaza. Lamentablemente, hemos ido perdiendo un poco de eso, la vida de barrio cada vez es más escasa y la confianza entre los ciudadanos ha bajado dramáticamente en los últimos años.

Valparaíso se caracteriza por tener todavía esa vida de barrio, ese patrimonio intangible que se genera nada más que con las relaciones diarias, que se sustenta en la conversación entre vecinos, en el café, en la compra del pan. Esos barrios son hoy la resistencia frente a la soledad y la cruda homogeneización en que vivimos. Según un filósofo contemporáneo, somos parte de una sociedad narcisista donde hemos erosionado la visión del "otro", entendiendo al mundo sólo como una proyección de nosotros mismos, viviendo en un "infierno de lo igual".

Por eso, lo que hoy está pasando en Playa Ancha con el Teatro Odeón es extraordinario. Un conjunto de vecinos del sector, de todas las edades, están llevando a cabo un proyecto que implica la compra y posterior rehabilitación del antiguo teatro, su propio Cinema Paradiso. La idea central es que sea la misma comunidad la que compre el teatro, aportando lo que pueda, para transformar así un lugar, hoy destinado a estacionamientos, en un espacio de encuentro y cultura para Playa Ancha y Valparaíso.

Lo más esperanzador es que esto surge directamente de la ciudadanía y es un ejemplo para toda la región, ejemplo que nos demuestra la fuerza de la sociedad civil cuando decide trabajar unida, mirando no sólo el bienestar individual propio, sino también el presente y el futuro de todos los habitantes del Puerto.

Guillermo Pérez Ciudad

Investigador Fundación P!ensa

Desplazarse entre las ciudades que conforman el Gran Valparaíso, incluso entre sectores de una misma comuna, se ha transformado en una verdadera odisea. Un trayecto que antes tardaba 15 minutos, en horarios punta puede incluso cuadruplicarse producto de los grandes atochamientos generados por el descontrolado incremento del parque vehicular y las escasas alternativas desde los estamentos gubernamentales, que tienen la misión y responsabilidad de asegurar la conectividad de los ciudadanos.

En el último Consejo Regional, el propio intendente Gabriel Aldoney, preocupado por los temas de movilidad y el escaso presupuesto que Hacienda entrega a la región a través del Fondo Nacional de Desarrollo Regional (FNDR), que permite financiar iniciativas de inversión, daba cuenta que, en un plazo no mayor a cinco años, las principales rutas de la zona se verán totalmente colapsadas si no se adoptan medidas al respecto.

Fundamental en pos de este objetivo, junto a la voluntad política de la autoridad de turno, es que el gobierno central destine los recursos necesarios para abordar el problema, que amenaza con convertirse en pesadilla, no tan sólo para los automovilistas, sino también para los usuarios del transporte público y cualquiera que requiera desplazarse por las calles de nuestras ciudades.

¿La solución? Ayer este Diario informó el resultado de un estudio sobre la percepción del transporte realizado por la Universidad Santo Tomás (UST). El informe da cuenta que un 65% de las personas aprueba el uso de la restricción vehicular como una forma de enfrentar el problema. Pese a lo razonable que pareciera la decisión, el seremi de Transportes, Mauricio Candia, argumenta que esta medida apunta a un fin medioambiental más que para atacar la alta congestión. La autoridad esbozó que, por ahora, como muchas otras iniciativas, se encuentra en trámite un proyecto de ley que permitirá al ministerio del ramo, a partir de motivos de congestión, implementar restricciones vehiculares a particulares.

Sin embargo, más allá de las medidas paliativas que se adopten, el tema de fondo apunta al preocupante déficit vial que afecta a la región, que más temprano que tarde se transformará en un punto sin retorno. La falta de una adecuada planificación en materia de infraestructura durante los últimos lustros resulta ser casi una bofetada para urbanistas y especialistas, que observan incrédulos el rezago que nos afecta. Sólo basta recordar la fallida licitación de la avenida España, en la cual la millonaria inversión para su mejoramiento se perdió producto de la negligencia de quienes deben velar por el bien común.