Radicar o erradicar, esa es la cuestión
Esa extraña fragilidad temperamental que parecieran sufrir las autoridades y dirigentes de nuestra región a la hora de tomar las decisiones necesarias en los momentos adecuados ha vuelto a golpearnos con sumo desparpajo a la hora de revisar (¡una vez más!) el tema de los campamentos y asentamientos irregulares, los cuales en la zona, según se puede leer hoy en el suplemento Domingo de este diario, alcanzan ya el increíble número de 150 y albergan a más de 10 mil familias.
El debate de la semana fue precisamente el porqué se mantienen en esta condición las diversas tomas, pese a los incesantes gritos de auxilio de las mismas y las promesas hechas (y vueltas a hacer) por parte de las autoridades de turno.
Al respecto, como bien postula el joven Sebastián Ginsberg del Movimiento Socialcristianos por Chile en una columna de El Demócrata ("¿Radicar o erradicar los campamentos en Chile?"), los planes de mejoramiento urbano rara vez involucran al total de una ciudad. Para qué hablar de lo que ocurre en el caso de Viña del Mar, donde claramente no se ha tenido la capacidad, ni los recursos, ni la voluntad política para remediar un problema que comienza a eternizarse mientras todos los meses vuelven a escucharse planes de conectividad y vivienda que, lamentablemente, quizás nunca se hagan realidad en América Latina.
En otras latitudes, como Montevideo -donde se les denomina "cantegriles", en sarcástica alusión al Cantegril Country Club de Punta del Este-, ya superan los 400 asentamientos irregulares, con los índices de calidad de vida y de focos delictuales antepuestos de forma inversamente proporcional. Cosa similar ocurre con las "villas miseria" de Buenos Aires, donde -a juicio del propio director ejecutivo de Techo Argentina- "los números continúan mostrando que los asentamientos son la máxima expresión de vulneración de derechos humanos y desigualdad en el país".
No es necesario revisitar las "favelas" brasileñas o los "pueblos jóvenes" de Lima para ahondar al respecto, pero sí puede hacerse con el objetivo de analizar estrategias que busquen nivelar el acceso a la vivienda en desmedro de aquella triste fractura social, la que bien podría ser paliada con interesantes propuestas como la del novedoso equipamiento progresivo que expone la arquitecta española Elisabet Olivares en Plataformarquitectura.cl.
Valparaíso y Viña del Mar, esas ciudades hermanas escritas con uve y tan llenas de arquitectos ingeniosos y ciudadanos expertos en casi todo, debieran de una buena vez por todas unirse y emanciparse de aquella vieja (y tantas veces defraudada) esperanza del rescate sectorial de ministerios que ya no vienen a cuento. Convertirse, convertirnos, en una multiplataforma de soluciones que permita a nuestros habitantes sentirse orgullosos del proceso de integración entre cerros y plan, el mismo que hoy sólo pareciéramos recordar para los incendios, y que indefectiblemente acostumbramos a olvidar cuando se enfrían las cenizas. ¿Viviremos para verlo?