Agresión sonora al medio ambiente
El bombardeo de decibeles es una forma de contaminación a la cual no se presta debida atención.
En materia de medio ambiente un tema al cual se presta poca atención es la contaminación acústica que tiene varias expresiones. Desde el ruido de los vehículos con escapes defectuosos, hasta el uso de sistemas de amplificación que esparcen decibeles agobiantes.
Dentro de esta gama aparecen los músicos informales que se presentan en las calles en busca de algunas monedas, muchas veces usando amplificadores portátiles.
Un escenario concreto de esta situación es la calle Valparaíso de Viña del Mar, donde proliferan músicos espontáneos, malabaristas, ambulantes y cultores del "pepito paga doble", actividades que suponen ruido, contaminación, afectan la salud y, en suma, la calidad de vida.
Así, ante el caso concreto originado por músicos itinerantes, un abogado viñamarino interpuso un recurso de protección ante la Corte de Apelaciones de Valparaíso, que fue declarado inadmisible. Apeló ante la Corte Suprema, que debe resolver ante esa presentación dirigida contra la alcaldesa de Viña del Mar; la Municipalidad; la Seremi de Salud; la Seremi y la Superintendencia de Medio Ambiente.
Sin poder vislumbrar un fallo, se puede afirmar que el problema es grave y que el sonido invasivo, no deseado, afecta a las personas.
Y esto no solo referido al caso de la calle Valparaíso de Viña del Mar. Es una cuestión general que cubre nuestras ciudades en que la privacidad y la tranquilidad de hogares y centros laborales o de estudios es agredida, alterada, por diversos tipos de sonidos.
Los decibeles lanzados al aire sin control ni medida dañan tanto como aquellas nubes gaseosas que generan ciertos procesos industriales. Paradojalmente, se trata de un silencioso daño ruidoso.
La queja del abogado que planteó un problema concreto y representa la posición de muchos, es la manifestación de un problema al cual no se presta debida atención. El músico callejero despierta simpatía al transeúnte que escucha unos momentos, deja una moneda y se va.
¿Y qué pasa con el residente, comerciantes o profesionales que por horas deben soportar a ese músico? ¿Y qué pasa con los residentes del entorno de lugares públicos donde se realizan lucrativos espectáculos o fiestas donde el gran protagonista es el sonido sin control?
Claro, el ruido no deja huella de carbono, pero hay daño a las personas, al sentido de la audición, al descanso, repetimos, a la salud. Y ese es el problema que se debe atender, aterrizando el recurrido discurso del medio ambiente.