¿Símbolo o espejismo?
"Es ingenuo pensar que la re localización de una institución pública fuera de la capital es en si misma una política de regionalización".
Desde que se propuso instalar el Congreso Nacional en Valparaíso se argumenta que es un símbolo de la regionalización. Aunque ahora lo olvidamos, también se prometió que iba a ser un pilar fundamental de la reactivación económica de la ciudad. A casi 30 años del inicio de su funcionamiento podemos decir que no ha cumplido con ninguna de ambas promesas.
En efecto, es ingenuo pensar que la re localización de una institución pública fuera de la capital es en si misma una política de regionalización, ya que no trae más poder político ni económico a la región donde se instaló, ni a ninguna otra del país. Estas acciones se les llama desconcentración institucional, y son bienvenidas cuando tienen un sentido en el quehacer propio de una región (pesca, minería, agricultura, por ejemplo) o cuando su gestión no está relacionada con el territorio donde se emplaza (Servicio de Impuestos Internos, Registro Civil u otros).
Por otra parte, es evidente que tampoco la localización del Congreso en Valparaíso ha traído un mayor desarrollo económico a la ciudad, mas allá de los empleos directos que genera. No es una institución que requiera una importante contratación de servicios externos ni genera encadenamientos productivos con empresas locales. Ni hablar de la deuda que tiene con la Municipalidad, y la nula inversión pública en su entorno, a diferencia de lo que sucede con los otros poderes del Estado que se encuentran en la capital.
En este contexto, la discusión de la localización del Congreso Nacional en Valparaíso o Santiago está mal enfocada. Seguir apelando a un simbolismo vacío no es el mejor modo de abordarla. Algunos senadores y diputados apuntan a la necesidad de que sus pares que no salen de la capital puedan mirar un poco más allá de lo que pasa en Santiago. Es un punto válido, importante, pero en ningún caso suficiente. El alcalde de Valparaíso, en cambio, plantea la posibilidad de repensar el edificio con usos que permitan mejorar la calidad de vida de los habitantes, como un hospital.
Comparto la postura del alcalde de que en vez de hablar de simbolismos hablemos de acciones concretas. Creo que esta es una oportunidad de repensar el uso del edificio de modo que genere empleos, encadenamientos productivos reales y recursos directos a la comuna. Un ejemplo, entre otros, es el traspaso a la Municipalidad, quien puede arrendarlo para oficinas espacios para convenciones, tal como sucede en muchas ciudades. En efecto, es mejor que la regionalización se traduzca en empoderamiento y recursos efectivos para los territorios, y que edificios como éste puedan ayudar a recuperar un barrio como El Almendral, generar ingresos directos a una comuna que no sólo tiene un gran déficit económico, sino necesidades urgentes de su población que es necesario cubrir.
Requerimos un país que sea capaz de innovar en sus políticas públicas para mejorar la calidad de vida de sus habitantes, y evitar las acciones puramente simbólicas, que finalmente son sólo espejismos que nos mantienen administrando pobreza.
Juan Carlos García Pérez de Arce
Arquitecto