El jardín del Gigante Egoísta
Hoy tendríamos que estar viendo en Valparaíso a 2.100 turistas desembarcando del crucero Norwegian Sun.
En el mapa de Chile, Valparaíso aparece como puerto, que significa mar, que significa riqueza. El Estado en su organigrama creó un modelo para administrar esa riqueza a través de EPV, que desde sus inicios ha actuado dejando de lado a Valparaíso y sus 300 mil habitantes, originando un jardín amurallado llamado puerto donde la riqueza que produce no llega a la ciudad que lo cobija, haciendo imposible su sostenibilidad en el tiempo. Ese es el Jardín del Gigante Egoísta.
Un esquema indigno que algún día tendría que colisionar con la realidad porque ha significado consolidar la pobreza de sus habitantes, donde los campamentos han continuado apareciendo quebrada arriba de los cerros, se multiplicó también el comercio ambulante haciendo más precario el comercio local, los trabajos y los espacios públicos perdieron calidad, el alambre púa se consolidó como algo natural en el borde costero, la ciudad se avejentó sin renovarse y todos los días pierde parte de su patrimonio arquitectónico.
Abandonada a sí misma y con autoridades incapaces de reaccionar, Valparaíso entonces se rayó y ensució a rabiar, se hizo peligrosa en lo social y vulnerable en lo urbano, apareciendo los incendios más grandes de su historia.
Hoy en día -como en la metafórica historia de Oscar Wilde publicada en 1888- en el jardín de la EPV ha llegado el invierno, congelando conflictos internos que afectan a toda la ciudad. Conflictos con la ciudadanía y el municipio en el borde costero, conflictos entre la expansión portuaria T2 y la condición de Patrimonio de la Humanidad, conflictos con el Consejo de Monumentos Nacionales y la UNESCO, conflictos con los cruceros y el turismo, conflictos internos en los Tribunales de Justicia con sus propios concesionarios (y sus trabajadores portuarios). Un jardín cerrado de la riqueza donde la ciudad es la única perjudicada.
Hoy tendríamos que estar viendo en la bahía de Valparaíso a 2.100 turistas desembarcando del crucero Norwegian Sun, pero no llegaron porque desembarcaron en el puerto de San Antonio. Así, de manera insólita, termina esta última temporada de un negocio y de una forma de internacionalizar a Valparaíso en el mundo que ya lleva años con más de un millón de pasajeros visitando nuestra ciudad, actividad cuya continuidad está en peligro. El patrimonio y el turismo asociado a él deben ser parte de la preocupación de EPV y ésta -de una vez por todas- debe dejar entrar la primavera a Valparaíso, porque tener ciudades tan vulnerables no es negocio para ningún Estado ni calidad de vida para ningún habitante.
Gonzalo Ilabaca
Pintor