Madres en la historia
Durante el último tiempo los historiadores chilenos se han hecho cargo de una corriente historiográfica internacional que busca volver a mirar la historia con otros ojos, una en la que las mujeres tienen un rol tanto o más relevante como el de los hombres.
Cuando se habla de historia, el concepto puede tener dos sentidos. El primero, cuando por Historia se hace referencia a los acontecimientos que van quedando en el pasado. El segundo, cuando se piensa por historia como el relato de estos hechos. Sobre esta última quiero referirme. En el abundante acopio que hay de páginas dedicadas a esta historia, desde Heródoto hasta Baradit, abundan personajes extraordinarios, batallas épicas y hechos dramáticos. En ellos, sobran hombres, y faltan mujeres.
Es curioso. Salvo el relato bíblico de Adán, todos de los grandes personajes que componen esta historia, son fruto de una madre que los ha gestado, parido, amantado y criado. Desde Julio César hasta Hitler, todos pasaron por el mismo proceso. Sin embargo, los historiadores han obviado a estas madres, anulando su existencia, salvo en situaciones en que las mujeres han tenido roles excepcionales como la madre Alejandro Magno, Olimpia de Epiro, de quien se decía dormía con serpientes o Agripina, que envenenó al emperador Claudio para que su hijo Nerón pudiese llegar al trono.
Obviando estos personajes que llaman la atención por su carácter extraordinario, el rol de madre siempre ha pasado desapercibido por los historiadores, quizás por la naturalidad con que se daba el proceso de maternidad. Así como hasta hace poco, nadie reparaba en la importancia de los sectores populares en la historia, ninguno consideraba relevante rescatar el rol fundamental que juegan las mujeres -madres y esposas- que están detrás de cada uno de los protagonistas que han llenado los libros de historia.
Basta con echar un vistazo a las calles de nuestra región para descubrir que los nombres de estas corresponden en un 99% al de hombres, lo mismo que los monumentos.
La mujer estaba encasillada al hogar y su rol no iba más allá que el del cuidado de la casa y crianza de los niños. Hasta hace un siglo la revista Familia editorializaba respecto a cuáles debían ser los deberes maternales. Entre estos se destaca "demostrar interés por todo lo que concierne a vuestros hijos" y "necesidad de tener buenos libros". Asimismo se indicaba cuáles debía ser los sacrificios que debía hacer la madre por sus hijos. En la parte final del texto se concluía: "La naturaleza femenina es muy propensa á desequilibrios nerviosos y una preocupación constante es muy propensa para producirlos. Tanto para tratar a los niños como á la servidumbre, es indispensable estar tranquila y reposada".
La situación ha ido cambiando con el paso del tiempo, en especial, ahora que las mujeres se ven enfrentadas a un rol doble en la sociedad. Ya no basta que se dediquen a su rol de madres, sino que además han asumido un papel fundamental como proveedoras del hogar.
Basta ver una de las primeras preguntas del censo para comprobar cómo ha variado nuestra sociedad. Hasta el último censo del siglo XX, incluso, habría sido irrisorio preguntar quién era el jefe de hogar.
Hoy las madres están empoderadas y los hombres subyugados. No es casualidad que, un poco en broma y un poco en serio, un día antes de la celebración oficial del día de la madre, el día 10 de mayo, por medio de las redes sociales se festina con "el día del macabeo", asumiendo que mucho hombres ya han (hemos) cedido en el rol de "macho proveedor" para dar paso a una labor compartida o incluso subordinada a la de la mujer.
Durante el último tiempo los historiadores chilenos se han hecho cargo de una corriente historiográfica internacional que busca volver a mirar la historia con otros ojos, una en la que las mujeres tienen un rol tanto o más relevante como el de los hombres. En 1981, por ejemplo, Sor Imelda Cano publicó un libro en el que aparecían madres de chilenos ilustres y, últimamente, han aparecido un par de libros dedicados también a ellas, como los de María Gabriela Huidobro y de Joaquín Fermandois.
Finalmente, queda en evidencia que existe la necesidad de seguir investigando y escarbando historias de madres y mujeres. No sólo desde un punto de vista científico, sino además como un acto de justicia y agradecimiento por el papel fundamental que han jugado en la historia de la humanidad.
Gonzalo Serrano del Pozo
Doctor en Historia, Facultad de Artes Liberales UAI