¿Reforma liberal en Francia?
Francia vive una paradoja: aunque la retórica y la estética revolucionaria están arraigadas en su identidad nacional, se volvió hace décadas resistente al cambio. Las protestas estudiantiles de 1968 concluyeron con un reforzado respaldo electoral a la derecha gaullista gobernante. Los presidentes Mitterand y Hollande abortaron tempranamente sus medidas más socialistas al constatar sus consecuencias económicas. Y unos sindicatos defensores del status quo se han encargado de aguar las reformas liberalizadoras intentadas desde Chirac.
Francia no ha efectuado una liberalización económica como la que, en distintos grados y modalidades, tuvieron en los 80 el Reino Unido con Thatcher, Estados Unidos con Reagan y España con González, en los 90 Suecia con Bildt y en los 2000 Alemania con Schröder. Por ello se ha visto atrapada en un estancamiento crónico: el crecimiento promedio de los últimos 9 años ha sido 0,6%, el desempleo no baja del 10% y el déficit fiscal supera al permitido en la Zona Euro. La falta de oportunidades para los jóvenes es uno de los factores que la han convertido en el país occidental más golpeado por el terrorismo yihadista después de 2001. Y las encuestas muestran gran pesimismo.
Harto de ello, el pueblo francés rechazó a los políticos tradicionales en las elecciones presidenciales. Quedaron en el camino el Presidente Hollande, un ex Presidente y tres ex primeros ministros, mientras florecieron los candidatos populistas de derecha e izquierda. Pero una afortunada combinación de circunstancias dio una inesperada oportunidad a la evolución liberal encarnada por Emmanuel Macron.
Gracias a que los votantes de los partidos tradicionales aniquilaron en las primarias a sus cartas más moderadas, a la habilidad política, el carisma y el frescor de Macron y al antifascismo de la mayoría de los franceses, aquél consiguió triunfar con un desenfadado discurso liberal comprometido con la integración europea, la inmigración, el comercio internacional, la liberalización económica y el progresismo valórico.
Su recién estrenado gabinete es una plausible colección de liberales venidos de los partidos tradicionales de centro-derecha y centro-izquierda, así como de su propio movimiento fundado hace sólo trece meses, e independientes. Si el mes próximo obtiene con él la mayoría parlamentaria necesaria para llevar adelante su programa, es probable que Macron logre encauzar a Francia por el camino de la sensatez liberal cuando las sirenas del populismo cantan por doquier a voz en cuello.
Claudio Oliva Ekelund
Profesor de Derecho Universidad de Valparaíso