Van siete, sí, por ahora, contando el del 22 de mayo en la Ciudad Jardín, son siete los tiroteos ocurridos en nuestra región los últimos días. Siete y tres muertos.
Este último episodio, aconteció en la avenida Los Castaños de Viña del Mar, dejando a un menor de 13 años herido, quien al salir de su casa a ver lo que ocurría, recibió un balazo, que gracias a Dios no tuvo consecuencias fatales, pero sí contribuye a aumentar el grado de temor e inseguridad en los habitantes de nuestra zona, quienes como la gran mayoría del país debe vivir tras las rejas de sus casas, mientras los delincuentes se adueñan cada día más de los espacios públicos.
Van siete tiroteos, sí, pero vendrá el ocho, el nueve y seguirán viniendo porque nadie -entre los que están obligados a cuidar nuestras vidas desde el gobierno- tiene la capacidad de enfrentarse a la violencia como corresponde: con agallas. La pregunta, entonces, parece obvia: ¿en qué clase de país estamos viviendo? Déjeme responder: según la Presidenta y sus adláteres debe ser el país de "esto no es más que un hecho aislado", como el terrorismo en La Araucanía, que acaba de dejar otro saldo de camiones quemados y baleados en Ercilla; como los portonazos, como los robos a los comerciantes. Puros hechos aislados, seguro.
El 20 de diciembre último, Fedequinta, la Federación de Dueños de Camiones de la V Región, la cual presido, junto al comercio detallista de Valparaíso, hicieron otra manifestación en contra de la delincuencia. No fue la primera ni será la última, porque el espiral violento aumenta sin control y es la gente quien paga las consecuencias.
Por cierto, difícil quedarse callado cuando la calle hierve de indignación por los tiroteos indiscriminados, por los asaltos que a diario sufren nuestros transportistas en la Región de Valparaíso, por los actos terroristas en el sur de nuestro país. Eso no lo podemos permitir, no lo debemos permitir. Si un grupo de fascinerosos o una banda de terroristas nos agrede una y otra y otra vez y las autoridades miran para otra parte, ¿qué quieren que hagamos?; ¿qué agachemos el moño como corderos y esperemos mansitos nuestro turno para que nos roben, incendien y maten?
Este gobierno se llenó la boca -y lo sigue haciendo- discurseando sobre los abusos y la injusticia. Miren la consecuencia de tanto blablá ideológico: qué mayor abuso y qué mayor injusticia que las que sufren a diario los comerciantes, los transportistas, la gente inocente, cuando carecen de la protección de un Estado cada día más ideologizado y más ausente, incapaz de garantizar las condiciones mínimas de seguridad de las personas y sin la menor voluntad política para dar respuesta a cuestiones de vida o muerte.
Si el Estado no tiene ni la voluntad ni la decencia de asumir sus obligaciones, ¿qué le queda la gente de trabajo que no sea levantar la voz y defenderse?
José Egido
Presidente Federación Regional de Dueños de Camiones