Casa de Italia y el patrimonio
Lo que pasa hoy con el inmueble de Viña debe dar pie a un análisis mayor respecto de cómo queremos preservar nuestra historia. ¿Qué rol está jugando el Estado en la preservación del patrimonio que se encuentra en manos de privados? Ahí hay una deuda que no se ha resuelto.
La situación que vive hoy la tradicional Casa de Italia de Viña del Mar, ad portas de ser demolida para construir en ese terreno de calle Álvarez una torre y un centro médico, puede ser calificada como el gran mal que sufre todo inmueble que en algún momento entra en la categoría para ser considerado como Monumento Histórico de una ciudad o un país. ¿Cuáles son las herramientas y recursos que entrega el Estado para el cuidado del patrimonio cuando éste es privado?
No cabe duda alguna que la historia de una ciudad está construida, en parte, por su arquitectura y las características de sus inmuebles más antiguos. Por ahí también pasa la identidad de una localidad e, incluso, el perfil y calidad de vida de sus habitantes. Ejemplos hay muchos, sólo basta ver qué pasa en ciudades como Roma, Praga o barrios patrimoniales en distintas ciudades del mundo que han definido como política el cuidado de su entorno y la preservación de éste.
Sin embargo, lo anterior es el mundo ideal, ese donde el Estado es un actor relevante en la promoción patrimonial y, por sobre todo, en la entrega de recursos y normas para su cuidado. Es cosa de dar una vuelta por el barrio fundacional de Valparaíso, donde se da la disyuntiva que si el privado no invierte es poco lo que se avanza. Esto, producto de que no existe un real respaldo público hacia la protección de aquellos inmuebles que son parte de la historia de la ciudad.
Similar situación se vive con la Casa de Italia. Es difícil encontrar alguien que esté de acuerdo en destruir esa parte del pasado de Viña del Mar (como ya ha pasado con la mayoría de los inmuebles históricos de la comuna), pero qué rol juega el Estado en este tema. ¿Los dueños de dicho inmueble deben quedarse de manos cruzadas frente a una declaratoria del Consejo de Monumentos y perder así una eventual rentabilidad al vender el terreno? ¿Por qué el privado debe asumir ese costo?
Hoy vemos autoridades reclamando por esta posible destrucción del inmueble de calle Álvarez, pero ninguna de ellas entrega una solución para la mantención de la casa (que deberá asumir el privado) ni menos aún la posibilidad de entregar recursos para su compra y transformar, por ejemplo, el lugar en un punto turístico de la ciudad.
El caso de la Casa de Italia debe ser mirado más allá del hecho puntual en el que está enfrascado hoy. Debe ser, quizás, el inicio de un debate serio sobre qué es lo que queremos como país respecto de nuestro patrimonio y cómo se enfrentará en un futuro situaciones donde el interés público de preservar un inmueble esté en contradicción con un legítimo interés privado.