Las filas no tienen relación con la Ley de Inclusión
Que se termine la selección académica es una buena noticia, porque les devuelve a las familias la posibilidad de elegir el colegio que quieren y no al revés.
Las imágenes de apoderados haciendo filas interminables para conseguir un cupo o del cambio de algunos colegios subvencionados a particulares han generado dudas sobre los efectos que tendría la Ley de Inclusión. Desde Educación 2020 hemos hecho un esfuerzo por despejar estos mitos y en esta ocasión queremos explicar por qué las filas no tienen ninguna relación con la Ley de Inclusión.
Entonces, si la Ley de Inclusión no generó las filas, ¿qué sucedió? Algunos colegios decidieron a partir de este año no pedir notas o pruebas para seleccionar estudiantes, sino entregar los cupos por orden de llegada. Al enterarse de esto, las familias se acercaron lo antes posible a las escuelas para asegurar un lugar para sus hijos. Si bien la intención de estos colegios era noble, el método que eligieron es ineficiente. En cambio, la ley de inclusión implementa un mecanismo que entrega las mismas oportunidades a todos y todas, desde la comodidad de su casa. Más importante aún: sin pitutos ni filas.
¿En qué consiste el nuevo mecanismo que implementará la Ley de Inclusión? A partir de 2018, regirá un sistema ya usado en Nueva York y Holanda: en una página web estará disponible la información de todos los colegios, incluyendo su proyecto educativo, datos sobre su infraestructura y vacantes disponibles, entre otros. Las familias podrán mirar esta información y comparar las alternativas. Luego, tendrán que postular a las escuelas que prefieran en orden de prioridad, similar al sistema que se usa para postular a las universidades. Será un programa computacional (cuyo algoritmo fue pensado por un premio Nobel de economía) el que tome todas las postulaciones e indicará en qué colegio queda el alumno o alumna.
Este programa respeta las prioridades de cada familia y considera si quien postula tiene hermanos en el colegio o si alguno de sus apoderados trabaja allí. Si el estudiante no queda en su primera opción inmediatamente el programa lo postula a la segunda y así sucesivamente. Este año se implementó el piloto en Aysén y en el 82% de los casos las familias quedaron en el colegio de su primera o segunda opción. Mucho más fácil, justo y expedito que una fila por orden de llegada.
Que se termine la selección académica es una buena noticia, porque les devuelve a las familias la posibilidad de elegir el colegio que quieren y no al revés. Debiese ser un motivo de orgullo para todos. Que la desinformación no nos quite esa alegría.
Felipe Coloma
Magíster en Educación e investigador de Política Educativa de Educación 2020