La calle Valparaíso perdió hace tiempo ese glamour del que hablaba el poeta Pezoa Véliz y últimamente ha perdido la seguridad. Ya no es sólo la presencia invasiva del comercio ambulante y de ciertos charlatanes que acechan a los incautos, ahora se ha llegado a la violencia abierta: estallan riñas por "territorios", pues los vendedores ilegales han establecido una verdadera "parcelación" de la tradicional vía viñamarina, eje histórico de su desarrollo y de su comercio.
Y, lógicamente, esta realidad que hizo crisis el miércoles pasado con una desenfrenada disputa "limítrofe", ha despertado indignación en las autoridades comunales, que el jueves presentaron la ya tradicional denuncia contra "los que resulten responsables", y también en el comercio directamente afectado, pues sus locales pierden público al estar situados en lugares valiosos y costosos, pero ahora peligrosos. Además, más allá del entorno delictual señalado, aparece para el comercio establecido que paga arriendos, sueldos e impuestos, una competencia informal.
Y al grupo de los afectados se deben sumar los residentes en el barrio mismo y los numerosos profesionales que tienen sus oficinas en el sector.
La autoridad llama a una mayor presencia policial, remedio inmediato pero de compleja aplicación, pues al momento de la acción en terreno de la autoridad surgen voces protectoras y compasivas y hasta se esgrime la calculadora electoral.
Pero la cuestión de fondo está en el comercio ambulante que se viraliza -para usar una palabra de moda- por toda la ciudad. Y con violencia, como se ha comprobado en la avenida San Martín, donde se registró una riña a puñaladas, o en la pasarela de 15 Norte, que se intentó convertir en bastión de los ambulantes.
Frente a esta realidad la ciudad no se puede rendir. Están en juego seguridad, prestigio e inversión.
La vigilancia, represión y entrega a los tribunales de quienes ejercen el comercio ilícito y de las especies en venta debe ser una constante, una rutina en la tarea de seguridad.
Pero a la vez es indispensable un trabajo de inteligencia policial que determine el origen de las mercaderías en venta, sus canales de distribución y los puntos de acopio, pues el nutrido "stock" callejero de alguna parte viene, alguien lo transporta y en alguna parte se almacena.
Y, téngase presente, este problema no es únicamente de Viña del Mar, pues también está presente en las calles centrales de Valparaíso. Cabría entonces una acción coordinada de las autoridades para un saneamiento integral que libere a ambas ciudades de la progresiva corrosión que significa la viralización del comercio ilegal.