El Informe Final N° 388 de 2017 que la Unidad de Control Externo de la Contraloría Regional de Valparaíso realizó sobre la gestión del municipio porteño entre 2015 y 2017 provocó sorpresa en algunos, conformidad en otros y seguramente angustia en quienes tomaban decisiones en el gobierno comunal durante el periodo investigado.
El órgano fiscalizador descubrió una serie de irregularidades relacionadas principalmente con los contratos y las prestaciones de la empresa Total Transport S.A., seguros suscritos con Penta Security, y pagos a "personal fantasma" a través de la Corporación Municipal (Cormuval).
Más allá de las reponsabilidades políticas -que por lo general son difusas y no garantizan una sanción efectiva- que asumió el exalcalde Jorge Castro, lo realmente importante es el proceso que se inició una vez conocido el informe de la Contraloría: se remitieron todos los antecedentes al Ministerio Público para que realice una investigación, pues existe la presunción de que se cometieron delitos.
Los montos involucrados y las faltas que se detallan en el documento del organismo contralor hablan por sí solos y dan cuenta no sólo de un desorden administrativo.
Atendiendo a esta situación, la Fiscalía de Valparaíso encargó al persecutor Patricio Toro, miembro de la Unidad Regional Anticorrupción (URAC), que inicie las diligencias para establecer si hubo faltas a la ley en el municipio.
De hecho ya se anunció que la Brigada de Delitos Económicos de la PDI encabezará esta investigación. Y dentro de las acciones que se aprestarían a realizar, está la posibilidad de citar a declarar a funcionarios que ocuparon altos cargos en el gobierno comunal durante el periodo en que se cometieron las irregularidades, además de abrir las cuentas bancarias de algunos de ellos para obtener datos que puedan ser relevantes para el proceso.
Lo importante de echar a andar la máquina estatal en un caso de presunta corrupción pasa porque Valparaíso, una ciudad pobrísima y agobiada por problemas y deudas, nunca más vuelva a sufrir la pérdida de su escaso patrimonio por mala gestión o derechamente por la acción de personas que se aprovecharon de sus puestos.
El mensaje es claro y debe comprometer a todos los estamentos, incluidos los concejales, quienes no cumplieron con su labor de fiscalizar: los errores tienen una sanción y los delitos -si los hay- se persiguen con firmeza.