"Valparaíso se declara y se autonombra capital cultural de Chile… para mí, es una gran pamplina". Crudas expresiones de Emilio Lamarca, quien baja la cortina de su proyecto cultural Casa E, que comprendía una galería de arte y una filial de la librería Metales Pesados, en la tradicional calle Lautaro Rosas del cerro Alegre.
El proyecto se inició en 2010, con buena acogida del público, entusiasmo inicial que comenzó a decaer hasta alcanzar un nivel que hace insostenible económicamente la propuesta que acogía creación plástica y literatura en variadas expresiones.
Aclara quien fuera diplomático en Francia, que su idea no era ganar dinero, pero sí lograr lo "suficiente para pagar sueldos, cuentas y un mínimo… ese mínimo empezó a no estar. Es tan brutal y grosero como eso".
Bueno, no es la primera librería que cierra en Valparaíso, Hace años se fueron El Pensamiento y Parera, de esforzados y cultos propietarios. Más adelante han cerrado, entre otras, Orellana, Universitaria y Pizarro, esta última dedicada a libros antiguos. Mal de muchos… la buena noticia sería la apertura de un local de "Qué leo" en la calle Cochrane.
Pero los libros masificados al alero de Gutenberg, Siglo XV, sufren variadas embestidas: censura, radio, cine, televisión y medio digitales. A ello se suman costos y tributos como el IVA que se aplica en Chile a los libros con el mismo rigor que a unas zapatillas de moda o un kilo de clavos. Así, en Chile son caros en relación a otros países. Pero la cuestión de fondo, según Lamarca, es que "vivimos en un país inculto". Coteja, desde su herida abierta, 100 mil pesos que se gastan en una comida en el mismo cerro, que "se va en dos horas y esto (cultura, libros), es para toda la vida. No es comparable".
Y ahí está el problema, en la cultura, mejor dicho, en nuestra pobre formación cultural, falla, como en muchas materias, de nuestra zarandeada educación que entrega conocimientos, los mide, los pone en competencia, pero da baja cotización a valores permanentes como la literatura o al arte en general.
Esto se refleja incluso en quienes, con o sin gratuidad, llegan a la universidad. Allí muchos profesores de pregrado quedan sorprendidos ante legiones de alumnos virtualmente iletrados, pese a haber superado variadas y cambiantes barreras de ingreso.
Contra esa realidad deben lidiar las iniciativas culturales como Casa E, propuestas privadas, que no interesan, se ahogan en el limbo digital y, finalmente desaparecen. ¿Cómo evitar esos naufragios? Tarea compleja, en la cual la responsabilidad básica reside, insistimos, en la educación, en una formación sobre valores del espíritu y la creación. Advertencia reiterada tras la despedida de Casa E.