En condiciones de ser promulgado por la Presidenta de la República se encuentra el proyecto de ley, totalmente aprobado en el Congreso, que crea el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. La iniciativa tiene su raíz fundamental en el Consejo de la Cultura, creado por la Ley 19.891 durante el gobierno de Ricardo Lagos. Su articulador inicial fue el académico porteño, Premio Nacional de Ciencias, Agustín Squella, y con mirada precursora y descentralizadora se establecía que la sede del Consejo sería Valparaíso. Títulos, creatividad y protagonismo en el universo cultural, justifican plenamente esa radicación porteña.
En mayo de 2013, el gobierno de Sebastián Piñera ingresó al Parlamento el proyecto de ley que creaba un Ministerio de Cultura. La propuesta fue acogida por el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, que impulsó su tramitación legislativa. Así, se llegó esta semana a la aprobación final del nuevo Ministerio.
Parte este organismo con la ventaja de tener antecedentes y experiencias en el Consejo de la Cultura y las Artes. A la vez, se le plantean los desafíos de incluir aspectos claves, como el patrimonio, materia sobre la cual se requiere una ley específica, tarea para el próximo gobierno.
Dentro de la orgánica del nuevo ministerio se incluirá la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos; el Consejo del Libro y la Lectura, del Arte y la Industria Audiovisual y Musical, otro de los Pueblos Originarios, y dos subsecretarías, una de las Artes y las Culturas, con sede en Valparaíso, y otra del Patrimonio, situada en Santiago. Sin embargo, dando continuidad al origen de la nueva secretaría de Estado, su sede central será Valparaíso.
Tras el despacho de la iniciativa, Ernesto Ottone, ministro presidente del actual Consejo de la Cultura y las Artes, expresó que este proyecto "es la culminación de un proceso de larga data, que nos permitirá finalmente contar con una institucionalidad sólida, coordinada y descentralizada".
Es importante que el nuevo organismo trabaje en forma estrecha con otras dependencias del Ejecutivo, particularmente con el Ministerio de Educación, donde en concreto deben estructurarse planes y programas justamente con contenido cultural, hoy bastante descuidado.
Se espera que el nuevo Ministerio, que pese a ser una instancia política, tenga un ánimo convocante para articular el mundo de la creatividad más allá de fronteras ideológicas.
Finalmente, esta secretaría de Estado debe contar con los recursos para el desarrollo de su tarea, pero no se puede convertir en un organismo burocrático más en que su importante misión se vea contaminada por cuoteos políticos que se traducen en disputas por cargos que terminan frenando el espíritu institucional.