"Hay una desgraciada, triste y terrible ruptura de la sociedad catalana"
La ruptura entre España y Cataluña, al menos una parte significativa de esa región, se empezó a fraguar hace dos generaciones, una vez que la Constitución y el acuerdo político que siguió a la muerte de Francisco Franco dejaron a la educación como uno de los aspectos de mayor autogestión para los diferentes gobiernos autonómicos.
Así lo cree Carlos Robles Fraga, embajador de España en Chile, quien desde 1979 cumple diversas labores en la diplomacia española. "En Cataluña la educación toma un camino muy nacionalista (...) Hay dos generaciones de jóvenes catalanes que están muy influidos por una ideología nacionalista", agrega el ex coordinador de la Representación de España ante la Unión Europea. Esa ideología, agrega el embajador, se radicalizó tras la profunda crisis económica de 2008.
Su postura es refrendada por un informe del sindicato AMES (Acción para la Mejora de la Enseñanza Secundaria), citado por el diario español ABC, que señala que los libros de Historia de Cataluña esconden la palabra España, presentan a la "monarquía hispánica" como algo malo y a la Unión Europea como un "fracaso".
En esta entrevista, Robles Fraga profundiza en las explicaciones del conflicto que sacude a España y en algunas de las debilidades que ha tenido el gobierno central para enfrentarlo.
- Es innegable que hay un problema político y social en Cataluña. ¿Cómo se llegó a esta situación?
- Esa es la pregunta más difícil de contestar. Y no estoy seguro de tener todas las respuestas. Se llegó a través de un largo proceso en el que se mezclaron muchas cosas. Se mezcla, para empezar, una larga política educativa, que es resultado de un gran pacto político que hicimos en 1977-78. Ese pacto implicó un profundo cambio en la estructura del Estado. Me refiero al Estado y no al país, porque lo que cambiamos fue la organización política, pasando de un Estado muy centralista a otro federal prácticamente en todo menos en el nombre. Hay algunos detalles que se han podido añadir o quitar, pero nosotros somos, en este momento, un Estado federal. Y una de las decisiones que se tomó fue descentralizar la educación. Al Estado le quedó, en esa materia, la labor de la alta inspección y una serie de leyes básicas. La gran parte del tema educativo está en manos de las autonomías. Y en Cataluña la educación toma un camino muy nacionalista porque es un partido nacionalista y conservador el que gana las elecciones constantemente, ya sea solo o en alianzas. Hay dos generaciones de jóvenes catalanes que están muy influidos por una ideología nacionalista. Esa ideología se acelera y radicaliza como consecuencia de la profunda crisis económica que vivimos en 2008. Como esas generaciones no han vivido la experiencia de la transición, de la misma manera que las nuevas generaciones que optan por el Frente Amplio (en Chile) no tuvieron la experiencia de vivir la dictadura, están muy acostumbradas a que todo es democracia.
- ¿Existe entre esas nuevas generaciones la idea de que "todo parte con ellos"?
- Bueno, eso nos pasa a todos. Todos los jóvenes fuimos así, pero estos son especialmente así. Soy muy "adanistas", creen ser Adán y Eva y que todo partió con ellos. Y esto está unido a que el nacionalismo lanza una serie de mensajes absolutamente falsos, que se basan en grandes mentiras. La gran mentira es que "España nos roba". Y la gente se lo ha creído.
- ¿Qué otras "mentiras" le asigna usted al nacionalismo catalán?
- Ellos aseguran (en una hipótesis independentista) que no se van a ir de la Unión Europea, y es mentira. Ellos deben pensar que el Barcelona seguirá jugando la Liga española, pero no lo va a hacer. Hay un montón de mentiras en las que se basa esta creencia, también un cierto sesgo mesiánico. Y luego hay líderes que deciden ir por una vía que nunca pensamos que lo harían, ya que eran moderados o conservadores, como lo ha sido el partido nacionalista catalán. Y esto es una mezcla explosiva que explotó en los últimos días, porque el presidente del gobierno autónomo ha decidido aparentemente lanzar su tren contra una pared. Y se va a estrellar. Lo que hay ahora es una desgraciada, triste y terrible ruptura de la sociedad catalana. Las familias han dejado de hablar de política cuando se reúnen los domingos, porque empiezan a insultarse unos a otros. Y sin contar lo que hemos visto en las calles, donde la gente no puede caminar con banderas españolas o lo que un profesor les dijo a unos niños hijos de guardias civiles. Llegar al nivel de tocar a los niños es absolutamente sorprendente.
- El discurso legalista de Madrid no llega al corazón de quienes siguen adelante en el impulso nacionalista, porque hay mucha pasión en eso. ¿Ha existido alguna debilidad en eso de parte del Estado español?
- Hay un momento en que digas lo que digas la razón no funciona. Mire usted que estamos en un momento de una especie de histeria colectiva en que es inútil dar razones. Puedes demostrar que España no roba y que no es verdad que los catalanes estén pagando más impuestos de los que deberían pagar; puedes demostrar que no hay poco gasto en infraestructura; que te dejarán fuera de la Unión Europea; que casi todas tus exportaciones van al resto de España. Da igual, lo que hicimos fue construir una democracia en que debes ganar las elecciones y entre todos cambiar las cosas. No unos pocos. Es un argumento legalista, político y filosófico. Un estado democrático es de Derecho. Para qué vamos a hablar de las imágenes del fin de semana, cuando a través de una farsa la gente votó cuatro o cinco veces.
- Se lo pregunto de otra forma: ¿Qué más pudo haber hecho el gobierno central para no llegar a la situación actual en Cataluña?
- Usted me hace una pregunta imposible de contestar. A todos se nos ocurren cosas. Cuando hay un grupo decidido a llegar hasta el final hagas lo que hagas nunca los vas a dejar contentos. No te queda nada que dar. Si al final la negociación es independencia o independencia es que a veces al final no es posible la negociación. Dicho eso, el Presidente ha dicho que, dentro de los cauces constitucionales, estamos dispuestos a negociar. Las Constituciones no son inmutables. Ni siquiera la Biblia lo es. Es interpretable. La Constitución española tiene unos cauces, complicados, pero perfectamente cambiable. No se distingue en nada de la Constitución de Chile, Alemania o Gran Bretaña: no permite el derecho de autodeterminación e independencia de una parte del país. A lo mejor un día lo permite, pero para eso hay que ganar una elección, comenzar un proceso constituyente muy complejo, volver a ganar otras elecciones. Se puede hacer, que lo intenten. Esta no es una Constitución heredada del franquismo, porque se hizo por una Asamblea Constituyente y es democrática desde la primera palabra. No hay rastro de franquismo por ningún lado y quien diga lo contrario miente. No tiene nada de lo que avergonzarse, de lo que pedir perdón. Nunca se ha aprobado una ley en Cataluña con tanta participación y aprobación que la Constitución. Con muchos más votos que las dos versiones del Estatuto Catalán que se han aprobado en 40 años. La Constitución española fue aprobada por todos los catalanes. Y votaron más que otras partes de España. Es legítima de nacimiento y la Constitución se ha aplicado hasta unos limites autonómicos que yo encontraría exagerados. Pero así lo ha dicho el Tribunal Constitucional. Ese mismo tribunal que hace unos días dijo que las leyes que se aprobaron son ilegales, es el mismo que muchas veces ha entregado sentencias a favor de la Generalitat catalana (el gobierno regional). Por ejemplo, en algo que como diplomático me deja perplejo, el Tribunal Constitucional ha aceptado que las autonomías tengan oficinas fuera de España. La Constitución dice que la política exterior pertenece al Gobierno central. No son oficinas diplomáticas, pero a muchos efectos se parecen. Incluso hubo un recurso del Gobierno central que se oponía a esas oficinas.
- En esta situación importa también una especie de "guerra comunicacional" de parte de Cataluña, que busca atraer atención y buscar aceptación a su postura.
- Nosotros no estamos en guerra con Cataluña. El problema no es Cataluña, sino que un determinado grupo de catalanes. Ese grupo no representa a los catalanes, ni siquiera a la mitad de ellos, según las últimas elecciones. Por lo tanto, España no tiene ningún problema con Cataluña. Sino que con un grupo independentista. Cataluña es una parte muy querida de nuestro país. Muchos de ellos se creen profundamente catalanes y profundamente españoles. El problema que no ven estos señores es que están rompiendo una fábrica social que vamos a tener que reconstruir. Y ese es el gran problema que vamos a tener que enfrentar en los próximos años, porque lo que no va a haber es independencia.
- Esa parte de España, la que se quiere independizar, no ve importancia a poner en valor el hecho de pertenecer al país. Ahí también hay una pelea que el Gobierno debe dar, ¿no?
- Por supuesto. Reconozco que ahí hubo un error. La tesis era que no les íbamos a contestar para no crear más tensiones, porque como dicen locuras, quién se las va a creer. Goebbels lo decía muy claro: una mentira lo suficientemente repetida acaba por convertirse en verdad. Eso es lo que pasó. "España nos roba", se dice, y afirman que serían algo así como US$ 16.000 millones al año. Es algo totalmente falso, pero como nadie lo contestó se lo terminaron creyendo. Este fenómeno del nacionalismo es lo que está pasando en el concierto mundial.
- ¿Qué es lo que viene?
- Carles Puigdemont desea ahora una mediación internacional. No la habrá. Debe volver a la legalidad. Y cuando la Generalitat vuelva a la normalidad hablaremos todo lo que tenemos que hablar, hasta que veamos cómo conseguimos un consenso. El único requisito es respetar la legalidad. A lo mejor algún día un tribunal decidirá que Puigdemont no puede seguir al mando de esto porque viola de manera insoportable la legalidad, pero no ha llegado. Si es que llega la independencia algún día no habrá negociación. Él está apoyado por un grupo radical y desde otros grupos catalanes se le está diciendo que a lo mejor debería apoyarse en otros grupos. Desde Chile no es muy fácil entender bien qué es lo que pasa.
"Cataluña es una parte muy querida de nuestro país. Muchos de ellos se creen profundamente catalanes y profundamente españoles. El problema que no ven estos señores (los secesionistas) es que están rompiendo una fábrica social que vamos a tener que reconstruir".
"El Presidente (de España) ha dicho que, dentro de los cauces constitucionales, estamos dispuestos a negociar. Las Constituciones
no son inmutables.
Ni siquiera
la Biblia lo es".