El Fondo de Cultura Económica acaba de publicar "Libres e Iguales", un libro de exactas 238 páginas de conversación entre el académico porteño Agustín Squella y el joven diputado Vlado Mirosevic. Con tremenda contundencia, Squella -ayudado por la sagacidad del parlamentario- deja en claro por qué es considerado como una de las mentes más inquietas de nuestro país. Por el volumen desfilan pasajes gloriosos como el del filósofo italiano Norberto Bobbio comiendo en las penumbras del antiguo hotel Miramar y contándole a Squella que cuando niño escuchó hablar de Valparaíso antes que de Chile, de esa ciudad "loca, loquísima, disparatada, no mágica, una ciudad que -como decía el Gitano Rodríguez- nos sale al encuentro en algunos sitios de muchísimas ciudades de otros países"; o el del postmodernista -también turinés- Gianni Vattimo escapándose de la Clínica Alemana de Santiago porque no soportaba el encierro al que lo habían sometido por una simple descompensación.
También hay reflexiones más sentidas, como la que hace Squella sobre el discurso de Radomiro Tomic desde los balcones de la Democracia Cristiana en la avenida Pedro Montt en 1958, donde dijo: "En Chile, por cada chileno que come torta, nueve se quedan sin poder comer pan. Yo propongo que nadie coma torta para que todos puedan comer pan". Solo andando el tiempo -explica Squella- entendió que tal propuesta de igualdad de todos en todo se trataba de un ideal indeseable e imposible.
Recuerda biográficamente Squella, asimismo, su frustrada suscripción a una revista soviética ("tan previsible y aburrida"), el síndrome Estocolmo de Neruda con Stalin, de Heidegger con el Führer y de tantos otros con Fidel; entre tuiteos sobre una cazuela de ave, entrañables anécdotas con el socialista Gregorio Peces-Barba o el día en que vetaron a Santo Tomás en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile durante los ochenta (¿en serio era posible eso?).
Autodefinido como un "maldito izquierdista", el profesor también reflexiona sobre las democracias adjetivadas, de las universidades como sushi delivery, de las AFP, la Constitución y Dios ("creo que no creo", como decía Vattimo).
Ese es Squella, el que vio "Estación Zombie", el que en 2016 fue tentado para postularse como alcalde por Viña, pero no estaba dispuesto a hacer puerta a puerta, tomar niños en brazos y, por ningún motivo, tecito con las juntas de vecinos; que recuerda con cariño a Jorge Millas impartiendo clases particulares sobre Hayek para sobrevivir, que recomienda al neoliberalismo chileno la lectura de Stuart Mill; y que se identifica con una cita (¿apócrifa?) de Bradbury: "Si voy de frente, soy liberal, pero en cuanto a mi trasero, soy conservador".