El neoliberalismo y el Frente Amplio
El programa del Frente Amplio es una colección casi perfecta de políticas públicas que ya sabemos que castigan a las grandes mayorías.
Lo más relevante de los resultados de las pasadas elecciones fue el contundente triunfo de Sebastián Piñera y lo que él expresó: la preferencia ciudadana por la mejora de la economía de mercado como la opción más beneficiosa para el bien común entre las disponibles. Lo segundo es el fracaso del proyecto de la Nueva Mayoría, obra de quienes, cuando la Concertación fue derrotada por la centro-derecha en 2010, luego de cuatro victorias consecutivas, concluyeron que ella debía ser condenada por neoliberal y que sus defectos debían corregirse moviéndose a la izquierda. Y lo tercero es la irrupción del Frente Amplio como minoría significativa, que encarna una radicalización del proyecto de la Nueva Mayoría que insiste y profundiza en el diagnóstico que dio lugar a ella. Pero, además de tal contumacia, el Frente Amplio padece varias confusiones y contradicciones.
Algunas de ellas se refieren a su bestia negra: el "neoliberalismo". Esa vaga denominación suele ser usada para criticar al liberalismo económico y, por tanto, al liberalismo en general (pues el primero es una parte constitutiva del segundo, aunque ciertamente no la única ni la más importante). Más aún, Lagos, Cardoso, Blair y Schröder son para ellos también neoliberales. Se trata de una impugnación contra el amplio consenso liberal-socialdemócrata de las últimas décadas, al que se busca sustituir antes que perfeccionar.
Un problema de lo anterior es que está basado, otra vez, en un diagnóstico errado. Con todos sus lacerantes defectos -que deben ser enfrentados con decisión-, estas décadas han visto el progreso más acelerado de la historia en Chile y el mundo. Y ello incluye la mayor reducción de la pobreza que haya tenido lugar y la detención del incremento de la desigualdad mundial por primera vez desde el inicio de la Revolución Industrial. Por tanto, tal como nuestro pueblo expresó el 17 de diciembre, parece más sensato perfeccionar en serio que sustituir.
Pero hay más. Con lo que tales grupos han llegado más profundamente a asociar la expresión "neoliberalismo" -erróneamente, por supuesto- es con el egoísmo socialmente más pernicioso, que persigue la propia ventaja aun a costa del perjuicio de otros peor situados. Pero, mientras el programa del Frente Amplio es una colección casi perfecta de políticas públicas que ya sabemos que castigan a las grandes mayorías, lo que más pujó por obtener de Guillier fue la condonación del Crédito con Aval del Estado, es decir, el aumento con dinero público de los ingresos de profesionales universitarios que en su gran mayoría no están entre los más vulnerables, aun cuando ello sólo puede conseguirse a costa de las probabilidades de otros peor situados de llegar a su posición. Todo un ejemplo de lo que consideran neoliberal.
Es, pues, lamentable que buena parte de la minoría significativa de votos conseguida por el Frente Amplio provenga de los relativamente escasos jóvenes educados que participan en las elecciones. Ese es un fracaso nuestro. Sólo si las opciones de centro y centroderecha se vuelven más integralmente liberales, la causa de la reforma liberal dejará de perderse el concurso de la que en muchos aspectos es la mejor generación que haya habido.
Claudio Oliva Ekelund
Profesor de Derecho de la Universidad de Valparaíso