Medio siglo se cumple este año del primer trasplante de corazón realizado en Chile, uno de los primeros ejecutados en el mundo. Fue en Valparaíso, en el Hospital Naval, que el 28 de junio de 1968 un equipo médico encabezado por el doctor Jorge Kaplán realizó la intervención mediante la cual se implantó en María Elena Peñaloza el corazón de Gabriel Veliz, un joven fallecido de una afección cerebral.
Esta intervención pionera, continuadora de una revolucionaria técnica iniciada en diciembre de 1967 por el doctor Christiaan Barnard en África del Sur, fue un gran avance científico, primer paso de una serie de intervenciones, que perfeccionadas en procedimientos y medicamentos, entregan vida normal a gran cantidad de pacientes.
Un paso más en esas intervenciones se ha dado nuevamente en esta zona, justamente en el inicio de este 2018 en que se cumple medio siglo del primer trasplante nacional. En el hospital Gustavo Fricke se hicieron dos intervenciones, implantando en una paciente un corazón y en otra un riñón. Las receptoras, mujeres jóvenes de Viña del Mar, presentan notable recuperación.
Muchos son los avances en la medicina, pero el tema de los trasplantes tiene una dimensión que va más allá de la ciencia, pues supone la entrega de órganos que forman parte del cuerpo de las personas y que en algunos casos, como el de corazón, significa la decisión en la que intervienen la voluntad de un donante fallecido y la disposición familiar para un procedimiento penoso.
En suma, no se trata únicamente de una avanzada intervención médica, sino que de sentimientos y decisiones que se deben adoptar en momentos de mucho dolor. Sin embargo esa decisión encierra un gesto de profunda generosidad.
A la vez, esta disposición humana exige el mejoramiento de la legalidad sobre donación de órganos y trasplantes y también un permanente perfeccionamiento de los equipos técnicos y humanos propios de estas complejas intervenciones, donde los tiempos de transporte de los órganos son cruciales.
Hay que insistir también en una política de difusión que promueva los trasplantes, resolviendo lógicas dudas en la población, que van desde lo científico a lo moral pasando por respetables consideraciones religiosas.
En todos estos aspectos se puede avanzar mucho estimulando la donación órganos, respetando convicciones que tocan la delicada frontera de vida y muerte, donde el cuerpo del fallecido tiene un protagonismo clave. Pero a la vez, se debe estimular la tarea de los profesionales que realizan estos procedimientos, tomando como ejemplo precisamente los exitosos logros obtenidos en el hospital Fricke de Viña del Mar.