Una década (casi) perdida
Editor de Deportes
Carlos Bombal y Osvaldo León golpearon todas las puertas. Ninguna se abrió. Ese año 2007 fue agitado, intenso. Triste también. Los socios de Santiago Wanderers expulsaron al gremio autobusero del club y tomaron las riendas dos dirigentes sindicales que rápidamente pasaron a ser personajes célebres en el Puerto. En el Cinzano los aplaudían de pie cuando entraban, sin embargo, ningún empresario ni político les tendió una mano. La gloria pronto se convirtió en llanto. Ni el golazo de Carlitos Muñoz en ese Clásico Porteño de septiembre lograba sacar de adentro la pena por el descenso.
En ese escenario, abatidos por la pérdida de la categoría y sin recursos para seguir manteniendo al club, los wanderinos decidieron entregarlo a una sociedad anónima compuesta por exitosos empresarios, jóvenes ejecutivos y políticos con un futuro promisorio que juraron posicionar al Decano entre los grandes de Chile en apenas tres años. Lo que pasó después es historia conocida. Se pagaron las deudas, pero la gloria prometida apenas rozó Valparaíso. Y hoy, Santiago Wanderers se encuentra prácticamente en el mismo punto donde estaba hace una década: con un gigantesco hoyo financiero y en Primera B.
La diferencia es que ahora no se ve una luz de esperanza como lo fue La Joya del Pacífico en 2007. Tras años de malas decisiones en lo administrativo y deportivo, Nicolás Ibáñez -sin buscarlo, me parece- se convirtió en el controlador de la sociedad anónima debido a que era prácticamente el único accionista que concurría a los millonarios aumentos de capital que necesitaba la institución para seguir sobreviviendo.
Cuando el empresario se aburrió de seguir invirtiendo en un proyecto que para él parece caridad, puso freno y exigió que le pagaran una particular deuda. El curioso caso del equipo porteño es digno de estudio. Por una parte funciona tratando de equilibrar egresos e ingresos; por otra, parece un club que se quedó congelado.
Su directiva sigue pensando que puede manejar el club desde una oficina en el barrio alto de la capital y los pequeños atisbos de renovación no terminan de brotar cuando ya son cegados. Es la historia de una década (casi) perdida para Santiago Wanderers.
Luis Cabrera del Valle