Educación financiera
El mercado financiero es abusivo con el consumidor y eso es a pesar que somos nosotros quienes "alimentamos" el sistema.
Chile cayó en una "legislitis" aguda que ha hecho suponer que todos los problemas, sin importar su índole o cómo se gestan o qué opinan los expertos, se solucionan con una ley. Esta lógica encontró su fin en el sobrerregulado mercado financiero que "vio la luz" a posterior de los casos de Chang, Garay y similares. Si bien la primera reacción fue enviar un proyecto de ley para evitar estas estafas, a poco andar se percataron que quienes perpetraron estos delitos son personas con estudios formales y conocimiento del mercado financiero, es decir, no era un problema del expertise, sino de la ética y las garantías para operar, pero el no-robar y las garantías y otros elementos que frenarían estos delitos resulta que ya están contemplados en algún artículo de alguna ley. Entonces, ¿qué hacer?
La respuesta cayó del cielo: educar a las personas para que no sean estafadas (¡aleluya! También contribuyó el tirón de orejas que nos llegó de la OCDE sobre el "analfabetismo financiero").
Los mercados sobrerregulados terminan siempre en monopolios o monopsonios. El mercado financiero, a pesar de su compleja y basta legislación, es abusivo con el consumidor y eso es a pesar de que somos nosotros quienes "alimentamos" el sistema.
Un ejemplo está en el mercado de capitales, que debe ser una alternativa al financiamiento bancario y no lo es. Si bien ayuda a las grandes corporaciones, el número acotado de empresas a las que sirve hacen de este mercado un negocio por nicho, distante al objetivo de ser alternativa a la banca, al menos para el grueso de empresas nacionales.
La utilidad de la banca en 2017 fue de $111.432 pesos per cápita. La magnitud de la utilidad de la banca (US$ 3.200 millones) es equivalente a la contribución de cada chileno -ahora que sabemos cuántos somos- de $111.432 y esta cifra excluye las ganancias del retail por ingresos financieros o préstamos.
El Sernac, en un comunicado, señaló que se puede pagar hasta $ 450 mil por un avance en efectivo de $ 200 mil del retail. Nótese que la tasa máxima convencional es de un 36% y este aviso del Sernac, que me dejó calvo, reconoce un costo de 225%. La explicación al alto costo se basa en que la tasa máxima convencional se aplica sólo a los créditos bancarios y no a los no-bancarios. Pero cabe la pena preguntarse cómo alguien acepta pagar un costo de 225% por un crédito. La respuesta validará la necesidad urgente de contar con educación financiera.
Sin duda, la relación entre política, legislación y mercados nos perjudica, pero aun así, ha sido la falta de liderazgo, conocimiento y determinación nuestra lo que nos ha hecho víctimas de industrias que dependen de nuestras decisiones. El dinero de las AFP es nuestro dinero, no de ellos o de alguna ideología. Es nuestro. El retail depende de nuestras compras y la banca de nuestros créditos. El poder sobre las industrias es nuestro y es quizás sólo por desconocimiento (y liderazgo) lo que ha hecho suponer que es de ellos.
Economista
Alejandro Maureira