Rescatistas de Viña del Mar se cuadraron con familias de víctimas de la catástrofe de Palena
APOYO. Voluntarios bomberiles de la Ciudad Jardín y Concón desafiaron la lluvia y el frío para cooperar en la detección de los fallecidos por aluvión de Villa Santa Lucía.
"Por los medios reservados que manteníamos supimos que se había ubicado a uno de los desaparecidos. En ese momento se percibe en el ambiente cierto nivel de éxito, un éxito relativo, pero que te deja tranquilo por un lado, al poder entregar el cuerpo a la familia", que al fin podrá comenzar su duelo.
El bombero de la Sexta Compañía de Viña del Mar, Alex Heim, es uno de los 70 integrantes del equipo USAR -sigla de Urban Search and Rescue- que se despidió de su familia y emprendió rumbo a la provincia de Palena, en la Región de Los Lagos. Allí, junto a sus compañeros, pasaría Navidad con la única motivación de ayudar a mitigar el dolor de los habitantes de la lejana Villa Santa Lucía que perdieron a sus seres queridos en el aluvión del 16 de diciembre de 2017.
Los 122 mm de agua que cayeron desde el día anterior habían hecho lo suyo, provocando el desprendimiento de un glaciar que a su vez generó una remoción en masa arrasando con la villa de 270 habitantes. El resultado fue 16 personas muertas, 28 viviendas destruidas y un 35% del territorio de la localidad cercana a Chaitén quedó cubierto de barro, ramas y piedras.
Voluntarios de diversas unidades del país acudieron a la emergencia, entre ellos 12 pertenecientes al Cuerpo de Bomberos Viña del Mar-Concón, se desplegaron en terreno como lo dicta su especialidad, la cual opera desde hace 18 años en y en que sus exponentes son pioneros a nivel nacional.
Con 39 años en la institución, Heim recalca que el equipo no trabaja en base a las individualidades, sino que son un conjunto cohesionado con espíritu servidor que hacen todo el esfuerzo para prestar ayuda en catástrofes tanto en Chile como en el exterior.
En Villa Santa Lucía, que debió ser evacuada, aún se palpaba un clima de angustia, dolor y muerte. A ello se agregaba el frío y la lluvia implacable que caía sin tregua impidiendo muchas veces la continuidad de la labor de los USAR.
"La lluvia producía un continuo desplazamiento de escombros", recuerda el voluntario Juan Enrique Zavala, de la Vigésima Compañía de Santiago y su unidad hermana, la Séptima de Viña. "Había áreas que verificábamos durante el día removiendo barro y escombros, pero cuando llegábamos a la mañana siguiente estaba todo distinto".
Las condiciones eran un constante peligro. A pesar de que el Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin) había descartado una remoción en masa de dimensiones similares a las del 16, las aguas lluvias podían provocar movimiento de los escombros que se encontraban en la villa.
"Encontrábamos troncos de dos metros de diámetro. Además, el enorme caudal del río Burritos era preocupante, pues un aumento considerable de precipitaciones podía hacer que el agua buscara otras zonas para escurrir", recuerda Zavala.
La ayuda brindada a la gente damnificada de Santa Lucía por una de las instituciones mejor evaluadas por los chilenos, va acompañada por la abnegación de sus voluntarios.
"Descubrí mi vocación hace mucho tiempo, voy para los 40 años de servicio. Algunos familiares eran bomberos y mis amigos también me invitaron a ser parte de esta institución, que hizo encontrarme, reconocer áreas que desconocía de mí y que actualmente valoro, como es el espíritu de servicio", comenta Alex.
Sebastián Páez, quien lleva 14 años en la Primera Compañía, menciona que "uno siente la misión de ayudar a los demás, y ve en esta entidad la posibilidad de llevarla a cabo". Juan Enrique Zavala, quien lleva 11 años en la institución, añade que "desde que uno es joven, siente esa inquietud de trabajar en este lugar. Yo participo desde la brigada juvenil, cuando puedes ingresar entre los 14 años y los 18".
Los rescatistas que acudieron a la Villa Santa Lucía siempre han estado a disposición de la comunidad aunque algunos no sean de aquí. Ése es el caso de Sebastián, que llegó por motivos de estudios y se radicó en Viña del Mar. Por otra parte, Alex siempre ha residido en la zona y asegura que "la mayoría de los bomberos son locales, porque viven y están radicados aquí. No se da mucho que haya voluntarios de Punta Arenas que presten servicios a Valparaíso, por ejemplo".
Pero hay excepciones. Juan Enrique, quien también colaboró en la misión de rescate en el sur de Chile, vive en Santiago debido a su trabajo, pero de todas formas colabora en la Séptima de Viña del Mar.
En situaciones críticas, muchas veces se ve que la gente agrede a los voluntarios que arriesgan su vida para salvaguardar la integridad de los demás, exigiéndoles lo imposible.
"La sociedad muchas veces te vapulea, te golpea y te maltrata en las emergencias, pero la satisfacción parte cuando se empiezan a dominar las fuerzas de la naturaleza", comenta Alex Heim, agregando que "en el camino hay pequeños detalles gratificantes, actitudes de niños, de madres que con una expresión de gracias, te dejan el alma por arriba, te hacen olvidar que algunos minutos atrás estaban tratando de golpearte".
Sebastián Páez, por su parte, comenta que "hay cosas que te llenan. Por ejemplo en la Villa la gente nos hizo una especie de casino donde podíamos ir a comer, al que denominaron 'El Rancho del Pueblo'. También, para Navidad nos fueron a dejar a cada uno una tarjeta con una bolsa de dulces hechas por niños de los alrededores. Esas cosas te llenan, porque teníamos asumido que íbamos a pasar la Pascua allá y eso afecta de una manera u otra".
Pero las catástrofes a las que se han enfrentados los "usares" les ha servido para poder afrontar de mejor manera cualquier emergencia como el aluvión en Chañaral, el obrero que quedó atrapado en Quillota, la explosión de la calle Serrano, el terremoto en Haití y el aluvión en Tocopilla, por nombrar algunas donde han brindado ayuda. Los voluntarios advierten eso sí que la cantidad de años de servicio no influyen en la calidad de trabajo que ofrecen.
El tiempo que deban permanecer los voluntarios en caso de catástrofe no es al azar. "Eso se rige por el Sistema Nacional de Operaciones, que forma parte de la Junta Nacional de Bomberos, que coordina todas operaciones de los grupos USAR a nivel nacional" dice Páez.
Aclaran que por la estructura organizacional, las misiones no debieran durar más de dos semanas, pero siempre eso varía dependiendo a la situación que se vive en el lugar. Por ejemplo, en "la Villa Santa Lucía estuvimos siete días porque las condiciones eran más extremas, por lo tanto tienes un deterioro más rápido en lo físico y lo psicológico", dice Heim.
El requerimiento de personal tiene un protocolo y se establece con la necesidad del comandante de Bomberos local al momento de verse sobrepasado por la emergencia. Es así como el jefe bomberil pide apoyo al Sistema Nacional de Operaciones y mientras éste lo estructura, se coordina políticamente con la ONEMI para que "tanto la decisión técnica como la política vayan de la mano y que las unidades que se desplacen vayan sustentadas logísticamente bajo ambas áreas", declara Alex.
Pero más allá del procedimiento estándar, los voluntarios de la zona afirman que se necesita un afiatado equipo para enfrentar una emergencia como la que se vivió en la Villa Santa Lucía. "En nuestro turno fuimos 70 voluntarios, que componían cuatro unidades, las que formaron una unidad mayor, los USAR Chile", relatan.
El trabajo fue efectivo, porque recalcan que "hicimos un grupo combinado, entre equipo técnico y la colaboración de los bomberos locales. En algunos momentos llegamos a tener un máximo de 140 rescatistas incluidos el Grupo de Operaciones Especiales (Gope) de Carabineros, la Policía de Investigaciones (PDI) y las Fuerzas Armadas, administrados técnicamente por Bomberos del país".
Agregan que en esta catástrofe la institución "tomó la organización de la emergencia -obviamente siempre apoyados por la Oficina Nacional de Emergencia (Onemi)-, algo que fue muy positivo en el manejo de los procedimientos".
Sobre el procedimiento ejecutado en la Villa Santa Lucía, recalcan que la catástrofe se abordó de forma técnica y no política: "En este caso conciso, las decisiones fueron tomadas en el puesto de comando de Bomberos, donde llegaron la Dirección de Obras Hidráulicas (DOH), el Sernageomin, los ingenieros militares y la Onemi".
Ahí se controlaba el acceso y los lugares de trabajo de cada grupo, se les indicaba dónde tenían que trabajar, generándose un seguimiento constante del proceso. Añaden que "efectivamente este método sirvió mucho para encontrar a los desaparecidos. Analizamos el escurrimiento del alud, el campo de destrozo que se generó en las propiedades, y así se pudo estructurar cómo se movió el agua y el barro, haciéndonos prever dónde podrían haber quedado los cuerpos".
De esa forma, se trabajó en puntos previamente seleccionados y se empezó a encontrar los desaparecidos, nada fue al azar. Páez dice que se podía tener la información al minuto de cuanta gente estaba trabajando, de cuántas máquinas estaban funcionando y a quién estaban buscando, lo que en una emergencia es muy valorable, porque en casi todas las ocasiones cada uno parte por su lado y si encuentran a alguien lo encuentran".
Los "usares" son voluntarios y detrás de ese servicio que prestan a la sociedad tienen otras labores. Sebastián Páez es un kinesiólogo que trabaja en el hospital Carlos Van Buren de Valparaíso, cuando hay emergencias "generalmente apelo a mis colegas, hago cambio de turnos y dentro de las posibilidades que tengo salgo, aunque obviamente tiene que ser con una autorización del jefe".
Alex Heim, por su parte, trabaja en la oficina de Emergencias de la Municipalidad de Viña del Mar, "por lo tanto también como servidor público, tengo que pedir permiso a las jefaturas". Por último, Juan Enrique Zavala lleva una vida relacionada a la minería, y a pesar de ello siempre está pendiente de lo que pasa con la Séptima Compañía de la Ciudad Jardín.
Tragedia de Chaitén en la memoria
En el año 2008 el volcán Chaitén entró en erupción después de décadas de haber permanecido sin actividad, dejando a la ciudad completa bajo las cenizas. Muchas de las personas que sufrieron la fuerza de la naturaleza fueron evacuadas del lugar y trasladadas a la Villa Santa Lucía donde ocurrió el aluvión. "Tú conversabas con la gente y había personas que te comentaban que se habían trasladado cuando cerraron Chaitén . Se notaba que la gente aún estaba en estado de shock, porque teníamos contacto con las personas que estaban buscando sus familiares", relata Sebastián Páez. Alex Heim, por su parte, comenta que generalmente en los procedimientos se evita que los rescatistas tengan contacto con los afectados, ya que hay que protegerlos del intenso shock emocional que experimentan en esos momentos.
El turno de los viñamarinos
La base de operaciones se estableció en el pueblo de La Junta, distante una hora y media del lugar que se vio afectado por la tragedia. Desde esa localidad, los rescatistas salían a las 6 horas para llegar a las 7.30 a una reunión con diversas instituciones. El trabajo se alargaba hasta las 19 horas , donde retornaban nuevamente al lugar base. En el total de la emergencia hubo tres turnos, donde Viña del Mar participó en el segundo entre el 20 y 27 de diciembre.